martes, 18 de noviembre de 2014

"EL PARTIDO DEL MUNDO EN LA IGLESIA" POR ALBERTO RAMON ALTHAUS

El Apokalypsis nos habla del surgimiento de dos Bestias una procede del mar; distintos autores han identificado el mar con el terreno de la política y la otra Fiera surge de la tierra que es el terreno de la religión. Ahora imaginemos que se produce un enfrentamiento en el mar y un enfrentamiento en la tierra pero aquellos que debían dar el combate en la tierra, en dónde se desarrollaba la batalla principal, salen corriendo a subirse a un barco y llevar a cabo la lucha en el mar.
Si pierden la batalla en la tierra no tendrán dónde regresar. ¿Por qué abandonan la tierra para dar la lucha en el mar? Eso debe responderlo cada uno pero lo cierto es que la batalla principal se está llevando a cabo en el terreno religioso pero muchos católicos, estos últimos dos años, se han dedicado casi exclusivamente al tema de la política. Han decidido no combatir en estos años en el terreno religioso y sí combatir en el terreno de la política. Si la religión católica resiste la batalla que se está realizando en su interior, incluso en ese caso, Dios muy bien podrá preguntarles: ¿Por qué han corrido al mar a combatir cuando lo principal del combate se llevaba a cabo en la tierra? ¿No sabían que si perdían la tierra no tendrían a dónde regresar?
En el interior de la Iglesia Católica se está llevando a cabo una lucha muchas veces silenciosa, otras veces, prudentemente silenciada entre dos grupos que son en realidad dos Iglesias diferentes (dos Mujeres diría el Apokalypsis), con diferentes creencias sobre teología de la historia, relaciones Iglesia – Mundo, familia católica, mandamientos y sacramentos, con una distinta disposición frente a la tradición y los dogmas (una de esas comunidades busca conservar lo que queda siguiendo en estos el mandato de Dios a la Iglesia de Filadelfia: “Yo volveré pronto: conserva firmemente lo que ya posees, para que nadie pueda arrebatarte la corona” (Ap. 3, 11), la otra, por el contrario, busca reformar lo que pueda para ganar el mundo), tienen enfrentadas visiones sobre la relación Iglesia y Estado y una muy distinta comprensión de las verdades reveladas, de la realidad histórica y de los signos de los tiempos.
Luego, como formando un grupo aparte pero adaptándose a cualquier cambio que quiera introducir la jerarquía en la Iglesia, se encuentran los católicos normalistas, éstos niegan que existan reales problemas de comunión en cuanto a la praxis y a la doctrina en el interior de la Iglesia; son los que obedecen ciegamente a la jerarquía sin preocuparse si es correcta la política elegida para lleva adelante la nueva evangelización en distintos temas, por ejemplo, el de la familia católica; se niegan a ver, oír y entender, para ellos todo lo que pasa en el interior de la Iglesia no tiene en realidad gran importancia porque están segurosde que: “(…) las puertas del Infierno no prevalecerán (…)” (Mt. 16, 18) y de que Cristo estará siempre con los sucesores de Pedro y con ellos “(…) hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20), frases que son interpretadas como un reaseguro de que cualquier medida que tome la jerarquía de la Iglesia no pondrá en peligro la fe en Cristo ni a la institución; son en gran medida tibios y cómodos en cuanto a los acontecimientos que suceden en el interior de la Iglesia, todo parecería que les viene bien, no creen que sea posible que la Iglesia oficial de alguna manera adultere sus enseñanzas, son los que se niegan a dar combate en el terreno religioso y subordinan su fe a las nuevas directivas que pudieran recibir de la jerarquía de la Iglesia como si se tratara de Dios mismo, sin tener en cuenta si estas directivas o proyectos de directivas contradicen la tradición y la doctrina de la Iglesia.
II.- La batalla en la tierra, las dos Iglesias
Como dijimos en la introducción a este trabajo, en el ámbito de la Iglesia Católica podríamos decir que hay tres grupos de católicos: los progresistas, los conservadores y los normalistas; los dos primeros están enfrentados en un combate muchas veces silencioso y no reconocido públicamente por la Iglesia. Explicaremos a continuación qué piensa y cómo actúa cada uno de ellos.
Entre católicos progresistas y conservadores podría decirse que casi no existe comunión, hay sí un cierto ecumenismo interno, en el sentido de que ambos se pueden sentar a discutir distintos temas pero la pregunta es si no son ya dos Iglesias diferentes dentro de una misma llamada católica.
Pero, también, existen persecuciones públicas por parte de los progresistas hacia los conservadores. Como dijimos, la presencia de dos religiones diferentes en una misma Iglesia no impide, a veces, cierta civilización en el trato y cierto ecumenismo interno pero la lucha que lleva a cabo cada una de esas comunidades religiosas por desplazar a la otra del ejercicio del poder y de la política eclesiástica, muchas veces, deja poco espacio para los buenos modales; que nos desmientan sino el obispo destituido de Paraguay: Rogelio Ricardo Livieres Plano; el arzobispo de Madrid: Antonio María Rouco Varela; la mayoría de los miembros de la Conferencia Episcopal de Estado Unidos con la designación como arzobispo de Chicago del obispo Blase Cupich; las tres destacadas personalidades curiales transferidas a cargos de menor rango: el cardenal Mauro Piacenza, el arzobispo Guido Pozzo y el obispo Giuseppe Sciacca, considerados por su sensibilidad teológica y litúrgica entre los más “ratzingerianos” de la curia romana; también parecería signada la suerte del arzobispo español Celso Morga Iruzubieta, miembro del Opus Dei y secretario de la Congregación para el Clero, destinado a dejar Roma por una diócesis ibérica que no es de primer nivel; el purpurado estadounidense Raymond Leo Burke, quien de prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica no sería promovido – como fantasearon algunos en el mundo web – a la difícil pero prestigiosa sede de Chicago, sino que sería degradado al pomposo – pero eclesiásticamente modestísimo – título de “cardenal patrono” de la Soberana Orden Militar de Malta; los expulsados de Radio María: el reconocido Profesor Roberto de Mattei y los periodistas Alessandro Gnochi y Mario Palmaro; el arzobispo José Luis Mollaghan, hasta hace poco arzobispo de Rosario, República Argentina, trasladado a una pequeña oficina curial que ni siquiera existía sino que, según nuestras últimas informaciones, está solo bajo erección para formar el comité de examen de las apelaciones de los clérigos para “delicta graviora”; el Profesor Antonio Caponnetto, perseguido por su fe; los Franciscanos de la Inmaculada y las hermanas de la Inmaculada, intervenidos; por citar solo algunos ejemplos [1].
Otra muestra de la división interna entre conservadores y progresistas es que en el Sínodo de la Familia 2014 los encargados no logran redactar una Relatio para el Sínodo en la que estén presentes en comunidad de doctrina y de praxis las posiciones de conservadores y progresistas, es más, la división se manifiesta en que no pueden redactar un simple documento sobre un proyecto de familia católica para proponer en comunidad a la Iglesia.
Así, en lo que se refiere a la redacción de la Relatio el “(…) cardenal estadounidenseRaymond Burke, prefecto de la Signatura Apostólica. En una entrevista en Il Foglio indica que “algo no funciona si la información es manipulada de modo que se da realce solo a una tesis”, en este caso lo defendido por Kasper. Advierte que “algunos sostienen la posibilidad de adoptar una praxis que se separa de la verdad de la fe” y que “un número consistente de obispos no acepta las ideas de apertura, pero pocos lo saben” por el silencio que se impone a unas tesis y el altavoz que se da a las otras. Por ello, pide claramente un pronunciamiento del Papa “que sólo podrá estar en continuidad con la enseñanza que la Iglesia ha dado durante toda su historia”. [2].
Un peso pesado del colegio cardenalicio, Camilo Ruini, también ha advertido de los riesgos que corre la Iglesia si se deja arrastrar por el aire de los tiempos sin mantenerse firme a sus principios. Así, indica que “debemos ser muy prudentes, en lo que atañe al matrimonio y a la familia, modificando las posiciones que el magisterio propone desde hace tiempo y con tanta autoridad: en caso contrario, las consecuencias sobre la credibilidad de la Iglesia serán muy importantes“. [3].
En una entrevista en Radio Vaticano, el presidente de la Conferencia Episcopal de Polonia, monseñor Stanislaw Gadecki, afirma que la Relatio no es aceptable para muchos obispos y que el documento se aleja en algunos puntos de la enseñanza de San Juan Pablo II conteniendo igualmente trazas de ideología antimatrimonial y una falta de visión clara por parte de la Asamblea Sinodal. [4]
La división y falta de comunidad es tal entre progresistas y conservadores con respecto al tema de la familia católica que según señala el P. Santiago Martín; en el Sínodo de la Familia 2014, por primera vez en la historia, se ha preferido no ofrecer el resumen de lo que dicen los Padres Sinodales en el aula y ni siquiera se les permite ofrecerlo a los que lo desean. Sólo hay una rueda de prensa oficial donde se comunica alguna línea general de lo que se ha dicho, sin decir quién lo ha dicho. Esto jamás había sucedido y lo más curioso es que los únicos que protestan son los periodistas católicos, mientras que en general a los medios de comunicación -habitualmente hostiles a la Iglesia- esto les parece bien, a pesar de ir claramente contra la libertad informativa. Llamativamente se mantienen en una especie de “silencio obsequioso”.
Nos dice el P. Horacio Bojorge que “(…) lo que separa de hecho a progresistas y conservadores, es su filosofía de la historia, y su concepción acerca del sentido de la historia. Los progresistas comparten la filosofía evolucionista y optimista que ha ido plasmando la modernidad. Es lógico que, en consecuencia tengan ideas opuestas acerca del rol de los católicos en la vida política. [5]
En el mismo sentido nos dice el P. Alfredo Saenz: “La idea medular y quintaesencia de la ideología modernista era la ley de evolución; todo evoluciona y cambia, la fe, el dogma, la moral, el culto, la Iglesia. [6] “Todo ello sobre el presupuesto de que el pensamiento católico se había vuelto anacrónico, estaba superado.[7]
Pero sus diferencias en teología y filosofía de la historia y en el estudio de los signos de los tiempos parten de dos lecturas diferentes de las verdades reveladas y de la realidad mundana. Se trata, en este caso, de dos comunidades religiosas que profesan creencias distintas dentro de una misma Iglesia, por eso muchos hablan de un cisma latente.
Son dos comunidades religiosas diferentes dentro de la misma Iglesia porque realizan dos lecturas distintas de la revelación y de la realidad terrena, proponen dos modelos diferentes de Iglesia con dos praxis pastorales diferentes y no comparten la misma posición con respecto a los dogmas y a la tradición sino que los católicos progresistas quieren, en gran medida, cambiarlos para adaptarlos al mundo. Las creencias religiosas de conservadores y progresistas son tan diferentes que tienen distintos modelos de familia católica, de Estado católico, de Iglesia, etc.
Alberto Ramón Althaus
[1] Información extraída en gran medida de artículos del vaticanista Sandro Magister.
[2] LOZANO, Javier, “La fractura y la confusión marcan el Sínodo de la Familia presidido por el papa Francisco”. Libertad Digital Europa, 14/10/2014, en Internet:http://www.libertaddigital.com/interna-cional/europa/2014-10-14/la-fractura-y-la-confusion-reinan-en-el-sinodo-de-la-familia-presidido-por-el-papa-francisco-1276530738/
[3] Idem.
[4] Idem.
[5] BOJORGE, HORACIO, SJ, “Reflexiones sobre la Debilidad Política de los Católicos”. Conferencia recopilada en su libro “Como Ovejas entre Lobos” (Editorial Narnia, Mendoza 2004, 68) presente en Internet en el Blog del Centro Pieper.
[6] SAENZ, Alfredo, La Nave y las Tempestades El modernismo: Crisis en las venas de la Iglesia. Ed. Gladius, 2011, pág. 98.
[7] Idem.
http://www.adelantelafe.com/el-partido-del-mundo-en-la-iglesia-i/

4 comentarios:

  1. Dejemos trabajar al papa Francisco, que lo está haciendo muy bien

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  2. Un papa puede ser y no ser hereje
    Esta primera afirmación parecería estar en contra del principio de no contradicción que claramente enseña que algo no puede ser y no ser al mismo tiempo y desde el mismo punto de vista por lo que debo aclarar que afirmo que un papa puede ser y no ser hereje en distinto tiempo y desde distintos puntos de vista.
    Un papa puede ser reconocido como hereje por cualquier católico y no necesitar ningún procedimiento previo para reconocer la herejía y al hereje porque cada católico conoce su fe y si un papa enseña algo manifiestamente contrario a la fe, entonces, eso es una herejía para el católico.
    Es decir, un católico sabe que es una herejía enseñar que hay circunstancias subjetivas que permiten dar la Eucaristía a los que cometen adulterio sin arrepentimiento y sin voluntad de enmienda porque el adulterio es pecado mortal. Un católico puede contestar las dubias que le presentaron los cuatro cardenales al papa. Un católico puede claramente establecer si enseñar a los sacerdotes a dar la comunión a personas de otras religiones es una herejía.
    Por lo que un católico puede saber, en ciertas ocasiones, si un hombre y un papa es hereje o no, esta es una cuestión de fe y afirmar lo contrario no es católico.
    Ahora, para la Iglesia o desde el punto de vista de la Iglesia para declarar a alguien hereje es necesario iniciar un proceso establecido en el que se le da la posibilidad a la persona de recapacitar sobre la herejía cometida y corregirse, en el caso del pontífice los procedimientos son complejos.
    Entonces, podemos decir que desde el punto de vista de la Iglesia y hasta que no se lleven a cabo ciertos procedimientos no se puede concluir en declarar hereje a un pontífice. Las palabras declarar hereje hacen referencia a un procedimiento.
    Por lo cual, si bien cualquier católico podría afirmar ante ciertas manifestaciones escritas y verbales y acciones si un hombre y un papa es o no hereje no puede saber si ese papa se obstinará hasta el final si la Iglesia lo corrige, aquí tendríamos dos sentidos para la palabra hereje por el primero sería hereje aquel que ha dicho o ha escrito algo que es contrario a la fe o que ha cometido herejía, el otro sentido, de la palabra hereje a la cual agregamos declarado por la Iglesia la utilizamos para señalar que es hereje declarado por la Iglesia aquella persona contra la que se termina el procedimiento establecido por la Iglesia para declararlo tal.

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  3. Es decir, desde la simple comprensión de lo que es la herejía un papa puede ser considerado hereje por un católico sino sería imposible para la Iglesia iniciara un proceso de herejía contra un papa o contra cualquier persona pero desde el punto de vista estricto de lo que entiende la Iglesia por declarar a alguien hereje es necesario un procedimiento que declare tal al hereje y le de la posibilidad de arrepentirse y corregirse.
    Es hereje actualmente y por sus actos y opiniones pero puede ser potenciamente no hereje si la Iglesia interviene y se corrige y no es aún hereje declarado por la Iglesia, tampoco, se puede saber si la Iglesia no interviene si perseverará en la herejía hasta el final.
    Por lo que frente a un hereje no declarado tal por la Iglesia docente pero que el católico de la Iglesia dicente reconoce como tal es conveniente para la Iglesia dicente dejarlo de lado y no escucharlo ni seguirlo sus dichos y acciones. Lo mejor es ignorarlo lo más posible.
    También, en el caso de que el papa fallezca desde el punto estrictamente técnico es conveniente que la Iglesia docente inicie un proceso para saber si hubo obstinación hasta el final en la herejía y declararlo tal para corregir sus errores.
    ¿Por qué afirmamos que cualquier católico de la Iglesia dicente puede saber si un papa es hereje? Porque decimos que todo católico conoce la religión y saber lo que es contrario a la religión y puede combatir una herejía cometida por un hombre y un papa, la historia de la Iglesia nos señala varios papas herejes o antipapas y señala como santos a los que se opusieron a sus herejías de la forma correcta.
    Pero, también, los católicos de la Iglesia dicente dejamos a la Iglesia docente que no ha llevado la corrección sobre la herejía cometida por un papa la posibilidad de continuar considerando papa a dicho pontífice y de acatar sus directivas mientras no sean heréticas y mencionarlo como papa en las Misas y estudiar sus escritos y acciones para seguirlos si están conformes a la religión y en lo que estén conformes a la tradición.
    Para los sacerdotes el papa aún hereje sigue siendo papa a los fines de la institución y mientras no se termine el procedimiento en su contra que lo declare tal. Ello no significa que los sacerdotes estén sujetos al papa en la herejía ni que deban enseñar esa herejía sino justamente lo contrario.
    Habiendo solucionado el problema al dejar a los católicos decir que un papa es hereje si cometió una herejía y permitirles combatir dicha herejía y resistir al papa en dicha herejía y a la Iglesia decir que no ha sido declarado hereje y sigue siendo papa si no se inició procedimiento en su contra, doy por terminado este tema afirmando que la mejor forma de tratarlo es decir que el papa puede ser un papa hereje no declarado, que un papa hereje declarado tal por la Iglesia deja de ser papa y es antipapa, y que la Iglesia dicente no debe seguir a un papa hereje no declarado en ninguna de sus herejía y que debe ser resistido por el católico en lo que es contrario a la fe católica y que la Iglesia docente debe promover urgentemente las medidas para evitar la confusión y daño de las herejías promovidas y buscar la rectificación por la salud de las almas del pontífice y de los obispos y sacerdotes que han fallado.

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  4. Escrito por el Padre Julio Meinvielle en su libro "De la cábala al progresismo" págs. 461 a 463 enero de 1970, lean a este sabio sacerdote: "Como se hayan de cumplir, en esta edad cabalística, las promesas de asistencia del Divino Espíritu a la Iglesia y cómo se haya de verificar el portae inferi non prevalebunt, las puertas del infierno no han de prevalecer, no cabe en la mente humana. Pero así como la Iglesia comenzó siendo una semilla pequeñísima, y se hizo árbol y árbol frondoso, así puede reducirse en su frondosidad y tener una realidad mucho más modesta. Sabemos que el mysterium iniquitatis ya está obrando; no hay dificultad en admitir que la Iglesia de la publicidad pueda ser ganada por el enemigo y convertirse de Iglesia Católica en Iglesia gnóstica. Puede haber dos Iglesias, la una la de la publicidad, Iglesia magnificada en la propaganda, con obispos, sacerdotes y teólogos publicitados, y aun con un Pontífice de actitudes ambiguas; y otra, Iglesia del silencio, con un Papa fiel a Jesucristo en su enseñanza y con algunos sacerdotes, obispos y fieles que le sean adictos, esparcidos como "pusillus grex" por toda la tierra. Esta segunda sería la Iglesia de las promesas, y no aquella primera, que pudiera defeccionar. Un mismo Papa presidiría ambas Iglesia, que aparente y exteriormente no sería sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas, daría pie para mantener el equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina intachable sería cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte, produciendo hechos equívocos y aun reprobables, aparecería como alentando la subversión y manteniendo la Iglesia gnóstica de la Publicidad.
    La eclesiología no ha estudiado suficientemente la posibilidad de una hipótesis como la que aquí proponemos. Pero si se piensa bien, la Promesa de Asistencia de la Iglesia se reduce a una Asistencia que impida el error introducirse en la Cátedra Romana y en la misma Iglesia, y además que la Iglesia no desaparezca ni sea destruida por sus enemigos.
    Ninguno de los aspectos de esta hipótesis que aquí se propone queda invalidado por las promesas consignadas en los distintos lugares del Evangelio. Al contrario, ambas hipótesis cobran verosimilitud si se tiene en cuenta los pasajes escriturarios que se refieren a la defección de la fe. Esta defección, que será total, tendrá que coincidir con la perseverancia de la Iglesia hasta el fin. Dice el Señor en el Evangelio: "Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?".
    San Pablo llama apostasía universal a esta defección de la fe, que ha de coincidir con la manifestación del "hombre de la iniquidad, del hijo de la perdición".
    Y esta apostasía universal es la secularización o ateización total de la vida pública y privada en la que está en camino el mundo actual.
    La única alternativa al Anticristo será Cristo, quién lo disolverá con el aliento de su boca. Cristo cumplirá entonces el acto final de liberar a la Historia. El hombre no quedará alienado bajo el iníquo. Pero no está anunciado que Cristo salvará a muchedumbre. Salvará sí a su Iglesia, "pusillus grex", rebañito pequeño, a quien el Padre se ha complacido en darle el Reino."
    Alberto Ramón Althaus

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