Decían los primeros padres de la Iglesia que no era concebible un cristiano triste, no porque esté libre de las tribulaciones o maldad de este mundo, no porque no sufra los azotes del dolor y del sufrimiento connatural a la condición humana, sino porque acepta las penas de la vida como alegría en la eternidad, el cristiano comienza a vivir la salvación ya en este mundo y no hay tristeza posible en el cielo.
La Navidad es por tanto la fecha en la que el cristiano manifiesta esa alegría y felicidad de una manera más notable, felicidad porque el camino de salvación se hizo carne, porque el autor de la vida se rebajó a nuestra miserable naturaleza para vencer al pecado y a la muerte, causas de la esclavitud del hombre desde antiguo y redimir así el error de nuestros primeros padres, y porque la verdad revelada, el verbo eterno y la palabra de Dios vino a predicarnos la buena nueva de la salvación de todo el género humano a través del Mesías esperado.
Un niño de carne y hueso, nacido en miserables condiciones sin gloria mundana alguna vino a enseñarnos que es necesario que el hombre se rebaje a la más humilde de las condiciones si quiere ser grande tras esta ilusión terrenal que llamamos “vida”. El fue adorado y honrado con incienso como corresponde a Dios, con oro como a rey y mirra como a ser humano, pues Él es, en quien se funde lo humano y lo divino y es el centro de la historia misma y objetivo y fin de la creación del ser humano.
Hoy vivimos tiempos de oscuridad, ¿Pero para que vino Jesús sino para destruir las obras de Satanás? Así pues los católicos, cuerpo místico de Jesucristo, cumplimos esa misión en la historia y en estos días, pues nosotros debemos ser reflejo de la gloria de nuestro Señor y testimonio de su palabra ante los hombres, para que la luz destaque entre las tinieblas y lleve la alegría y la paz propia del Reino de Dios a todos los hombres que viven atrapados en sus miserias y debilidades.
Estas Navidades celebramos que nace un liberador, un salvador, un Rey y un Señor para todo el genero humano, y ninguna obra del mal puede eclipsar al Sol Invicto que vino a alumbrar al mundo, y por muy negras que sean las conciencias de los poderosos y de los dirigentes nada puede anular la victoria eterna de nuestro Señor Jesucristo encarnado y muerto por nosotros, Él es el que es, el alfa y la Omega, el principio y el fin, y redención eterna, y los cristianos esperamos en Él, luchando para destruir la obra del mal como él vino a hacer, rebajados hoy más que nunca a la condición de ovejas en medio de lobos esperando a su pastor, cada vez mas perseguidos y acosados pero mas fuertes y asentados en nuestra alegría, la que Él nos prometió, la que no perece ni se corrompe, ni es corroída, porque al fin y al cabo el cristiano es la persona en la que el sufrimiento se hace gloria y la muerte se convierte en vida, y esperar en Él con alegría y esperanza es camino seguro de salvación.
cuando se vera un jesusito morenito ?ese deslumbra no hay quien lo mire.
ResponderEliminar"Yo soy la luz que ilumina al mundo" ¿No querras un Jesus oscuro o en tinieblas?? El IRRADIA LUZ!
ResponderEliminarUn saludo!