La concesión del premio Nobel de Literatura al peruano Mario Vargas Llosa, el 7 de octubre pasado, provocó una serie de desconcertantes elogios provenientes de ámbitos católicos.
Sin ir más lejos, la agencia ZENIT (08-11-10) titulaba: “Alegría de la Iglesia en Perú ante el Nobel a Vargas Llosa. Declaraciones del cardenal Cipriani y del diario vaticano”. El arzobispo de Lima, cardenal Juan Luis Cipriani declaró que el autor peruano era "un hombre que predica la libertad, la democracia, y la predica con un espíritu valiente y abierto", y añadió, “lo veo como un premio muy merecido, como un rescate de los valores, especialmente ese valor de la libertad y la democracia que tanto ha predicado". A la vez que L’Osservatore Romano destacaba “una gran capacidad creativa y colocando siempre al ser humano en el centro de sus obras”.
Sin embargo, como dijo Fernando Pérez Bustamante en Infocatolica, “que el diario oficial del Vaticano glose elogiosamente su figura y que el cardenal arzobispo de Lima nos lo presente como una especie de profeta moderno al que conviene rendir pleitesía, me parece una aberración. Sí, he dicho aberración, en el sentido de la primera acepción de dicho término según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. A saber: “Grave error del entendimiento".
Vargas Llosa y la reingeniería social anticristiana
A pocos días de la muerte de Juan Pablo II, Vargas Llosa, con un lenguaje al menos similar al de las logias masónicas, escribía "Ahora bien, la idea de la democracia de Juan Pablo II no era precisamente la que tenemos muchos que nos creemos demócratas y para quienes los ámbitos de la religión y del Estado deben estar tan claramente diferenciados como lo privado y lo público. La idea de un Estado laico y de una religión confinada en la esfera individual y familiar era intolerable para este Papa, que nunca dejó de condenar con firmeza toda medida social y política que entrara en conflicto con las enseñanzas de la Iglesia, aunque se tratara de disposiciones y leyes aprobadas por gobiernos de inequívoco origen democrático, respetuosas del sistema legal vigente y apoyadas por la mayoría de la población. La idea de consensos alcanzados a base de recíprocas concesiones, de coexistencia en la diversidad de modos de vida y de costumbres y prácticas diferentes y a veces enemigas entre sí -la esencia misma de una sociedad democrática-, tenían para Juan Pablo II una limitación dogmática: tampoco a los no católicos les debía ser tolerado aquello que a la católica grey le estaba prohibido, y, según su mensaje explícito, las leyes de la ciudad debían consignarlo así. En el uso del condón, el divorcio y la despenalización del aborto, entre otros temas, su intransigencia fue granítica. Esta concepción de la democracia respondía a un modelo ideal que, más que social cristiano, era excluyentemente social católico". (...) Y continuaba: "Como no es concebible que una sociedad progrese y prospere sin una vida espiritual y religiosa, y, en el caso del Occidente, religión quiere decir sobre todo cristianismo, hubiera sido deseable que el catolicismo se adaptara, como ya lo hizo en el pasado cuando las circunstancias lo empujaron a aceptar la democracia, a las realidades de nuestro tiempo en materia sexual, moral y cultural, empezando por la emancipación de la mujer y terminando por el reconocimiento del derecho a la igualdad de las minorías sexuales". (El espectáculo más grande del mundo, El País, Madrid, 17-04-05).
La Iglesia no debe velar por el orden natural
Mucho más agresivo es su artículo El Pecado Nefando, publicado en El País y reproducido por La Nación de Buenos Aires (16-08-03), en el cual el autor peruano arremete contra el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales.
También al mejor estilo de los miembros de las logias, echa en cara al Cardenal Ratzinger y a Juan Pablo II “la vehemencia con la que en él (el documento) se exhorta a los parlamentarios y funcionarios católicos a actuar para impedir que se adopten leyes que autoricen la unión homosexual o, si se aprueban, para frenar y dificultar su aplicación”.
Exalta como ejemplo a dos católicos “disidentes”, Jean Chrétien, primer ministro de Canadá y al senador Edward Kennedy, católico de infeliz memoria, que declaró en aquél momento, "la Iglesia Católica debe ocuparse de religión y no de tomas de posición políticas", y reafirmando su apoyo a las uniones de parejas gay, dice: “Parece increíble que después de Freud y de todo lo que la ciencia ha ido revelando al mundo en materia de sexualidad en el último siglo la Iglesia Católica -casi al mismo tiempo que la Iglesia Anglicana elegía al primer obispo abiertamente gay de su historia- se empecine en una doctrina homofóbica tan anacrónica como la expuesta en las doce páginas redactadas por el cardenal Joseph Ratzinger”.
En ese libelo panfletario, en el que no faltan las propagandísticas referencias a la pedofilia y a la homosexualidad en ámbitos eclesiásticos (“Sólo en los Estados Unidos ascienden a centenares, y acaso a millares, los casos de pedofilia, acoso sexual y homosexualismo en los colegios, seminarios, centros de animación cultural y deportiva dirigidos por la Iglesia Católica”), Vargas Llosa, emplea contra la Iglesia y su doctrina, las siguientes lindezas: “doctrina rígida y cavernícola”, “feroces diatribas”, “empecinamiento dogmático”, “filípica anti-homosexual”, “doctrina homofóbica anacrónica”, “viril brutalidad” y usa y abusa del verbo “fulminar”.
Endiosamiento de la democracia
En La verdadera hipocresía, publicado en La Nación de Buenos Aires en diciembre de 2002, se declara a favor de la despenalización parcial del aborto y apoya a los legisladores que trataron entonces de introducirla en la Constitución de Perú. Las invectivas van dirigidas contra el arzobispo de Lima, Cardenal Cipriani, al que llama cómplice del dictador Fujimori y de su secuaz Montesinos. En ese artículo afirma falazmente: “Con el mismo argumento que los partidarios de la penalización proclaman que el embrión es ya la vida podría sostenerse que ella existe todavía antes, en el espermatozoide y que, por lo tanto, el orgasmo de cualquier índole constituye un verdadero genocidio”.
A la vez que formula un acto de fe en el tótem del liberalismo masónico: la democracia. “Por eso, en las democracias, es decir en los países más civilizados del mundo, donde los derechos humanos se respetan, esa discusión ha cedido el paso a una tolerancia recíproca donde cada cual actúa en este campo de acuerdo con sus propias convicciones, sin imponérselas a los que no piensan igual. Y en ellos se reconoce que la decisión de tener o no tener un hijo es un derecho soberano de la madre sobre el que nadie debe interferir, siempre y cuando aquella decisión la madre la adopte con plena conciencia y dentro de los plazos y condiciones que fija la ley”.
Para concluir citamos un artículo más reciente, en el que Vargas Llosa dice de sí mismo: “Yo soy un buen ejemplo de ese crucigrama de pertenencias y rechazos que, como dice Amartya Sen, constituyen la identidad de un individuo, para mí la única aceptable. Peruano, latinoamericano, español, europeo, escritor, periodista, agnóstico en materia religiosa y liberal y demócrata en política, individualista, heterosexual, adversario de dictadores y constructivistas sociales -nacionalistas, fascistas, comunistas, islamistas, indigenistas, etcétera-, defensor del aborto, del matrimonio gay, del Estado laico, de la legalización de las drogas, de la enseñanza de la religión en las escuelas, del mercado y la empresa privada, con debilidades por el anarquismo, el erotismo, el fetichismo, la buena literatura y el mal cine, de mucho sexo y tiroteo”. (¿Y el hombre dónde estaba?, La Nación, 14-04-07)
Vargas Llosa se ha manifestado contrario al marxismo y al neomarxismo, pero que el peruano haya arremetido contra Fidel Castro o que Hugo Chávez lo haya detenido en Caracas, no lo convierte en un paladín de la libertad. Su adscripción al liberalismo representa, en muchos aspectos, el mayor peligro para la libertad de la Iglesia, la libertad de los católicos, y en definitiva, para las raíces cristianas de nuestra civilización.
Como publicó The New York Times (07-10-10), su obra es profundamente política; la política que caracteriza a la derecha pagana, una derecha pornográfica, destructora de la familia, pervertidora de menores, que asegura, eso sí, la libertad de los mercados para que hagan y deshagan la grandes empresas que financian la reingeniería social anticristiana.
Por Juan C. Sanahuja
eXCELENTE artículo, como PEruano lo felicito , ese escribidor de cuentos, no es mas que un farsnte, no me gusta su literatura, ni su obra, mil veces antes prefiero a García Marquez,
ResponderEliminarHace un mes, octubre de 2010, tras recibir el nobel, en el periódico español 'El Pais', el señor 'Vargas Llosa', 'casualmente', publico un articulo de DOS hojas enteras con un articulo, promoviendo 'la despenalizacion de las drogas'.
ResponderEliminarHace años que le conozco.
No me sorprendió en absoluto.
Enhorabuena Whinston, por ser de los pocos que llega a cierto nivel.
Saludos y contento de hallarle en internet.
(Fdo. Whinston Smith, me has quitado el nick).
Ese alienado y traidor es el típico ejemplo de la "alta alcurnia" descendiente de españoles y que todo el tiempo se han creído europeos, renegando de haber nacido en el "Nuevo Mundo", en tierra de amerindios. Siempre despreciando a los indígenas americanos, verdaderos propietarios de éstas tierras. Sus ansias de poder y de hacer que sus podridas ideas de sexo entre personas del mismo género y drogas para todos sean cuasiobligatorias se manifestaron totalmente cuando perdió las elecciones de 1990 y le dió tanta cólera el ver que el Perú no estaba (al menos aún) tan podrido como su verdadera patria España, que se fue para allá y se nacionalizó español. Y una vez allá no ha parado de celebrar la forma en que los "progres" (?) españoles están hundiendo en la decadencia moral a ese otrora poderoso y gran país. Vargas Llosa es un mal elemento y siempre apostará por la desintegraicón de todo lo que signifique vida y moral allí donde esté, llámese España, Perú o Tahití.
ResponderEliminarBuenas tardes y un saludo desde España para la tierra hermana de Perú.
ResponderEliminarNo creo que el problema de este señor con delirios de grandeza (Vargas Llosa) sea su ascendencia española o europea, yo mismo soy español y me considero muy orgulloso de mi patria, no por lo que es ahora, claro esta, sino por lo que ha representado a lo largo de la historia y por lo que deberia volver a ser, una unidad de destino defensora de valores humanos y exportadora del humanismo cristiano que ha dotado de dignidad y grandeza a muchos pueblos a lo largo y ancho del mundo que caminaban entre las sombras del paganismo, España fue atacada y desintegrada precisamente por eso, por ser un imperio catolico que molestaba a los padres intelectuales de gente como Vargas Llosa.
Este señor no es ni mas ni menos que un mentor intelectual de la nueva derecha liberal y pagana que constituye la antitesis del patriotismo conservador y tradicionalista que este hombre y muchos como el denuncian como anacronico y fascista, un modelo a seguir para los masones, liberales, y personas que reniegan de sus origenes nacionales y su identidad y tradiciones y a los que hay que denunciar