EEUU se encuentra entre la espada y la pared, las políticas de Obama de crear enormes cantidades de dinero ficticio de la nada, y de incrementar la deuda norteamericana por encima de los 16 Billones de dolares (conteo europeo) solo han conseguido un debil crecimiento de la economía norteamericana durante los últimos meses, lo que ha hecho Obama basicamente es inyectar morfina financiera, que palia el dolor pero acorta la vida del enfermo.
Ahora Obama se encuentra ante una dificil situación, o recorta el endeudamiento y frena la monetización de la economia con las consecuencias de una fuerte recesión del PIB norteamericano durante los proximos años, o sigue sus políticas arriesgandose a provocar una crisis hiperinflacionista y a poner a EEUU en un serio riesgo de impago de la deuda.
Elija el camino que elija la economía norteamericana, y por extensión la economía mundial, se dirige al colapso de manera inexorable.
La reelección del presidente Barack Obama como inquilino de la Casa Blanca era un secreto a voces entre las mesas de inversión del distrito financiero. Aún así, que los inversores ya descontasen desde hace tiempo una victoria del demócrata, cuyo bagaje regulatorio le ha creado más enemigos que seguidores entre el colectivo empresarial de Estados Unidos, no evitó que a la renta variable se le atragantase el resultado de los comicios. La resaca de la campaña electoral dejó un amargo sabor entre las bolsas estadounidenses, que sufrieron su peor caída del año. Muchos quedaron atónitos cuando la renta variable no consiguió levantar cabeza el pasado jueves, y es que al mercado no le gusta la incertidumbre y, en estos momentos, el nuevo mapa político de la primera economía del mundo no consigue eliminar el tormento que para muchos supone el ajuste fiscal que se avecina.
La situación es tan delicada que incluso Lloyd Blankfein, consejero delegado de Goldman Sachs, forma parte de una iniciativa en la que varios millonarios directivos se han comprometido a pagar hasta un 5 por ciento más en impuestos a cambio de que el Capitolio y la Casa Blanca alcancen un acuerdo a largo plazo para evitar que la recuperación se despeñe por el conocido como "acantilado fiscal" o fiscal cliff.
"El acantilado fiscal es de suma importancia en la lista de eventos que podrían detener nuestra lenta recuperación", dijo durante una reciente entrevista en la cadena CNBC. Eso sí, reconoció que sea cuál sea el resultado, no sabe cómo reaccionará la renta variable. "Es un ser diferente", señaló Blankfein.
Cómo cuadrar cuentas en 51 días
Aproximádamente en 51 días, la economía estadounidense podría culminar lo que muchos, incluido el Fondo Monetario Internacional (FMI), consideran ya un suicidio fiscal. Para entonces, si el presidente Barack Obama no consigue hacer migas con los republicanos en el control de la Cámara de Representantes, el próximo 31 de diciembre el país saltará al vacio hacia el bautizado como abismo fiscal, un ajuste automático por valor del 4 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB).
En un momento en que la disciplina y la austeridad fiscal están de moda, especialmente en el Viejo Continente, un ajuste por valor de 668.000 millones de dólares debería hacer las delicias de los tecnócratas más exigentes, especialmente si tenemos en cuenta que parte de las desavenencias entre los líderes del núcleo duro la zona euro y la administración Obama ha sido el apego del demócrata a los estímulos económicos y las políticas económicas de Keynes.
Sin embargo, en esto de ponerse a dieta y conseguir meter en cintura el déficit mientras se rebaja el endeudamiento, pasar de la glotonería a la hambruna en un abrir y cerrar de ojos podría convertirse en una fórmula tóxica que podría envenenar el consumo de la primera potencia mundial. Al fin y al cabo, en las profundidades de este tenebroso acantilado se incluye una subida de impuestos por valor de 532.000 millones de dólares, que no sólo afectará a las rentas más altas sino que impactará de lleno sobre las declaraciones de la renta de los ciudadanos de a pie.
Así, buena parte de los estadounidenses, desde aquellos que ganan menos de 10.000 dólares al año hasta los multimillonarios, verán como la tasa impositiva sobre sus ingresos regresa a los niveles previos a 2001, cuando la administración Bush optó por recuperar la moral de la población a golpe de recortes de impuestos que han durado hasta la fecha. Dicho evento supondría subidas fiscales anuales que oscilarían entre los 700 y los 200.000 dólares. Un ejemplo: un ciudadano que ingrese entre 50.000 y 75.000 dólares anuales -horquilla en la que se sitúa el mayor porcentaje de la población- vería como su declaración de la renta se incrementaría en, al menos, 2.319 dólares.
Desde que los incentivos de la era Bush fueran aprobados el 7 de junio de 2001, poco más de tres meses antes de los macabros atentados del 11 de septiembre, el S&P se ha revalorizado aproximadamente un 9,03 por ciento y dicho colchón ha servido como amortiguador al estallido de la burbuja de las punto.com, la crisis subprime y, ahora, de la enclenque recuperación estadounidense tras sufrir la peor recesión desde la Gran Depresión.
Pero no sólo los ciudadanos podrían sufrir el impacto de un salto sin precedentes. Otras tasas impositivas sobre las plusvalías y dividendos corren el riesgo de sufrir un aumento significativo. Un aumento de impuestos sobre los ingresos de capital tendría un gran impacto en los precios de acciones, bonos, viviendas, y sobre cualquier empresa que haya tenido éxito en los últimos años. Si Obama no logra entenderse con el Congreso y los planes se mantienen como hasta ahora, el aumento impositivo sobre las ganancias de capital podrían registrar el mayor aumento anual de la historia.
¿Ataque o defensa?
"Los inversores deben proteger sus activos con metralletas", advertía a la cadena Bloomberg el pasado miércoles Marc Faber, inversor y autor del informe Gloom, Boom & Doom, tras conocer el resultado electoral y los retos que enfrenta el presidente a corto plazo. Según su punto de vista, la renta variable estadounidense podría caer hasta un 50 por ciento de aquí a los próximos meses.
Desde Bank of America Merrill Lynch su economista jefe, Ethan Harris, explica que para ambos partidos políticos, el que se haya mantenido el statu quo significa que los votantes apoyan sus respectivas posturas, "por lo que no se volverá más fácil llegar a un acuerdo". Además, la división entre la Cámara de los Republicanos y el Senado de los Demócratas sigue presente. Esto significa "que las negociaciones en torno al precipicio fiscal serán todo un desafío, y que la incertidumbre de la comunidad empresarial puede prolongarse".
Para Thomas J. Lee, gestor de fondos de J.P.Morgan, el brusco ajuste fiscal en ciernes supone "el mayor riesgo a corto plazo". De hecho, según sus cálculos, si el salto al vacío se hace inevitable la situación podría "justificar un desplome del S&P 500 hasta niveles de los 1.350 puntos frente a los 1.400 de hoy en día". Dicho esto, desde el banco liderado por Jamie Dimon ven poco probable que esta situación acabe por convertirse en realidad.
Al fin y al cabo, con las elecciones ya cerradas, el compromiso para solventar la situación cobra un aspecto menos político. En estos momentos, el destino fiscal del país depende de tres actores principales: el presidente demócrata, Barack Obama, el presidente republicano de la Cámara de Representantes, John Boehner ,y el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid. "A diferencia de las negociaciones mantenidas hace más de un año, cuando las estrategias electorales de 2012 interfirieron las negociaciones, existe la posibilidad de llegar a un acuerdo, o al menos aplazar las decisiones difíciles", apunta Lee.
El pánico actual recuerda, y mucho, al vivido durante las semanas que rodearon a las negociaciones sobre el techo de deuda, que culminaron a primeros de agosto de 2011 con Standard & Poor's arrebatando la preciada triple A, la máxima calificación de las agencias de rating, a la deuda soberana estadounidense. Por aquel entonces, el Dow Jones perdió 635 puntos y el S&P cayó 80 puntos o cerca de un 6,7 por ciento, para cerrar en los 1.119 puntos. Durante el mes siguiente a dicho suceso, el sentimiento bajista se implantó cómodamente en Wall Street, donde muchos estaban convencidos de que veríamos otra recesión. Aún así, el mercado logró imponer un mínimo técnico bastante fuerte en octubre de 2011 y ahora ha rebotado cerca de un 24,5 por ciento desde entonces.
En este contexto de dudas, la opción más práctica para el inversor medio que desee construir o remodelar una posición en EEUU dentro de su cartera vuelve a ser la adquisición de un fondo de inversión o, si quiere mayor liquidez, de un ETF que replique el comportamiento de un activo estadounidense.
Dentro del universo de inversión de productos made in USA, en vez de poner acento en los fondos que presentan mejor comportamiento no sólo en lo que va de año -en el que los datos están distorsionados por el vuelo hacia la calidad en el lado de la deuda, y por la Operación Twist y la gran magnitud del QE3 en el lado bursátil-, en elEconomista hemos seleccionado aquellos productos que han sabido generar mayor valor añadido a lo largo de toda la crisis.
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