El protagonista del día es San Josemaría Escrivá de Balaguer, que nació en Barbastro el 9 de enero de 1902. En página del Opus Dei hay un apartado específico sobre su vida, magníficamente hecho y de muy recomendable lectura; este es el enlace http://www.es.josemariaescriva.info/.
La existencia de esa página me permite que dedique este espacio a referirme a un aspecto clave, que le convierte en uno de los grandes personajes del siglo XX. Impulsado por su amor a la Iglesia y el celo por las almas predicó con toda claridad y firmeza, porque era bien consciente –como manifestó en alguna ocasión- que de no hacerlo así se jugaba el alma. Yo fui testigo directo de su predicación en más de una ocasión y siempre me removía el alma escucharle y me surgían propósitos concretos de mejora. Vivió en una época muy difícil, pero nunca se arrugó. De las muchas cosas que aprendí de él son dos las que a mí más me han calado: su amor la Virgen y su valentía.
Muestra de todo ello es este párrafo de uno de sus escritos de 1974: “Es la hora de una movilización general, de esfuerzos sobrenaturales y humanos, al servicio de la fe. Ninguno de mis hijos puede ausentarse de esta batalla. Saber estas cosas y lamentarse no bastaría: debemos esparcir la buena semilla a manos llenas y con constancia, de palabra y por escrito. Pero, sobre todo, con nuestro comportamiento: que se note que reverenciamos la fe y amamos fielmente a Jesucristo y a su Santa Iglesia. Cada uno de vosotros debe ser un foco activo de apostolado, que haga eco y difunda doctrina cristiana diáfana, en medio de este mundo y de esta Iglesia, tan enfermos y tan necesitados de la buena medicina que encierra la verdad que Jesús nos trajo.
Persuadíos de que, si procuramos trabajar con esta sinceridad, no nos ganaremos las simpatías de algunos. Sin embargo, no caben ni ambigüedades ni compromisos. Si, por ejemplo, os llamaran reaccionarios porque os atenéis al principio de la indisolubilidad del matrimonio, ¿os abstendríais, por esto, de proclamar la doctrina de Jesucristo sobre este tema, no afirmaríais que el divorcio es un grave error, una herejía?
Hijos de mi alma, que ninguno me venga con remilgos y distingos, en estos momentos en que se requiere una firme entereza doctrinal. Abominemos de ese cómodo irenismo de quien imaginara pacificar todo, encasillando unos a la izquierda y acomodando otros a la derecha, para colocar graciosamente en un prudente centro —nada de extremismos, aseguran— el fruto de su juego dialéctico, ajeno a la realidad sobrenatural. Ellos inventan el juego y deciden la posición de los demás”.
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