“Nací en un hogar judío conservador –comienza narrando Fred- …Mis padres, aunque no demasiado ‘religiosos’, hicieron todo lo posible para seguir las costumbres y tradiciones judías. Mi madre mantenía una casa kosher bastante bien. Cuando era mayor de edad, me enviaron a la escuela hebrea donde aprendí a leer, escribir, hablar hebreo y estudié acerca de la fe judía. Por supuesto, el Antiguo Testamento ocupó una gran parte de mis estudios. A los trece años, hice mi Bar Mitzvá y desde entonces fui un miembro del club, por así decirlo, un Judío de pleno derecho…”
Sin embargo cuando tenía 16 años la rebeldía inherente a esa edad marcaría el futuro de Fred. Cuenta que estaba en la pequeña sinagoga cercana al hogar por la fiesta de Rosh Hashanah, cuando vio a una señora de pie. Sin dudarlo le ofreció su silla. Pero entonces se acercó uno de los empleados encargados del orden y se lo prohibió arguyendo que sólo las personas al corriente de los pagos a la sinagoga podían usar silla. Molesto, Fred se marchó y nunca más volvió al culto hebreo.
Probando el tentador neopaganismo.
Tras cumplir los 17 años un amigo le presentó a su primo, quien administraba una librería de temas ocultos. Allí conoció luego a Janice y Rich, dos personas que parecían muy agradables. Además eran neopaganos (wiccas o wicanos) que practicaban rituales de magia “blanca”, es decir, no “maligna” le dijeron. A Fred le interesó el tema y pronto le formaron en sus enseñanzas: deidades, rituales, etc… Empezó así a practicar rituales “blancos” con ellos. Tiempo después cuando ingresó en la Fuerza Aérea, Janice y Rich continuaron ‘guiándolo’ presentándole grupos neopaganos en diversos lugares de Estados Unidos.
(La Iglesia Católica conoce y enseña que no existe la “magia blanca”. Todo asunto de estas características es superstición -que es un pecado- o peor aún, actividad demoníaca. Pero Fred por entonces no conocía la verdad, no vivía la fe de la Iglesia).
Atreviéndose con el Satanismo.
Un día, estando en California, conoció a un hombre que le dijo pertenecía a la llamada “Primera Iglesia de Satán”, con sede en San Francisco. Le invitó a una ceremonia asegurándole que le gustaría. Fred se dejó seducir y acudió. Pero ya en lugar al ver que celebraban una misa negra, se sintió fuera de sitio. Él no sabía nada de las misas católicas y no podía darse cuenta de hasta qué punto era una parodia perversa del rito eucarístico. Pero veía que había algo malvado en ello. Más adelante averiguaría que el oficiante era un ex-sacerdote católico… “En vez de bendecir las formas y el vino, empezaron a hacer cosas asquerosas y viles con ellas. Me pilló tan por sorpresa que estaba como atado a la silla, incapaz de moverme. Quería salir corriendo pero no podía, como si estuviera pegado al asiento”, escribe.
Fred no volvió con esa gente, decidiendo participar solo de los grupos que practicaban “magia blanca”. Además -se dijo a sí mismo, contentándose- a diferencia de otros aquelarres que realizaban rituales desnudos, su grupo los hacía vestidos. Con el tiempo logró incluso ascender a “gran sacerdote” en un aquelarre de su ciudad.
El ritual donde conoció al demonio.
Un día, Rich -su mentor en las artes ocultas y paganas-, le invitó a ser parte de algo nuevo. El asunto era ni más menos que… invocar a un demonio. Para convencerlo, recuerda Fred, le contó que tenía los libros y conocía los rituales necesarios. Todo transcurriría sin inconvenientes, le aseguró, agregando que estarían a salvo “mientras permanezcamos dentro del círculo trazado sobre el suelo”.Fred accedió a participar. Si algo quedaba de inocencia en él, esa noche se esfumó y hoy da gracias a Dios por haber salvado entonces su vida. Así narra lo ocurrido durante el rito:
“Una mujer increíblemente hermosa apareció fuera del círculo y trataba de convencerme para que yo saliera. Pero yo estaba demasiado asustado como para moverme. Entonces ella se convirtió en la cosa más horrible que jamás he visto. Cuando ella desapareció un verdadero espectáculo comenzó. Parecía como si una de las paredes de la casa de Rich se desvanecía y al instante nos saludaba una visión del infierno. El olor era atroz -a huevos podridos, azufre- no tengo como describirlo. Luego, vino el demonio que Rich había invocado y pensé que mi vida terminaba. Ellos pueden tomar formas aunque sean seres espirituales. Asumió la forma más espantosa imaginable. Si quería asustarnos, tuvo éxito. Se rió y dijo a Rich: ¿De verdad piensas que ese círculo puede detenerme? Rich fue alzado del suelo y estampado contra la pared que estaba a 5 metros de distancia. Eso era ya demasiado para mí. Corrí hacia la parte trasera de la casa, me encerré en el cuarto de baño y permanecí allí no sé cuánto tiempo”.
Cuando Fred salió, buscó a Rich pensando que estaría muerto. Lo encontró en el suelo, murmurando incoherencias, con espuma en la boca. Llamó al 911 pidiendo ayuda y la Policía al llegar al no ver restos de drogas ni daños físicos visibles, no hizo mayores preguntas.
Rich pasaría los siguientes 20 años en un instituto psiquiátrico de Long Island, al parecer completamente loco. Murió después de heridas que se infligió él mismo, recuerda Fred.
Dejar el paganismo, acudir a Cristo.
“Una mujer increíblemente hermosa apareció fuera del círculo y trataba de convencerme para que yo saliera. Pero yo estaba demasiado asustado como para moverme. Entonces ella se convirtió en la cosa más horrible que jamás he visto. Cuando ella desapareció un verdadero espectáculo comenzó. Parecía como si una de las paredes de la casa de Rich se desvanecía y al instante nos saludaba una visión del infierno. El olor era atroz -a huevos podridos, azufre- no tengo como describirlo. Luego, vino el demonio que Rich había invocado y pensé que mi vida terminaba. Ellos pueden tomar formas aunque sean seres espirituales. Asumió la forma más espantosa imaginable. Si quería asustarnos, tuvo éxito. Se rió y dijo a Rich: ¿De verdad piensas que ese círculo puede detenerme? Rich fue alzado del suelo y estampado contra la pared que estaba a 5 metros de distancia. Eso era ya demasiado para mí. Corrí hacia la parte trasera de la casa, me encerré en el cuarto de baño y permanecí allí no sé cuánto tiempo”.
Cuando Fred salió, buscó a Rich pensando que estaría muerto. Lo encontró en el suelo, murmurando incoherencias, con espuma en la boca. Llamó al 911 pidiendo ayuda y la Policía al llegar al no ver restos de drogas ni daños físicos visibles, no hizo mayores preguntas.
Rich pasaría los siguientes 20 años en un instituto psiquiátrico de Long Island, al parecer completamente loco. Murió después de heridas que se infligió él mismo, recuerda Fred.
Dejar el paganismo, acudir a Cristo.
Al día siguiente de vivir aquél infierno, Fred se reunió con los miembros de su aquelarre de magia blanca informándoles que los abandonaba. Se dijeron cosas feas y llegaron a los puñetazos. Pero Fred tenía claro que no quería nada más de ocultismo para su vida.Recordó entonces a un colega de profesión que era cristiano quien a veces le había hablado de la fe, aunque Fred siempre evitaba el tema. Lo buscó “…y le supliqué que me llevase a su iglesia”. Allí, hablando con un pastor baptista, “acepté a Jesús como mi Señor y Salvador y fui liberado de años de opresión oculta”, señala. Aunque no llegaron a bautizarle, agrega, sentía que con Cristo como protector, declarándole Señor, “el demonio ya no tenía poder sobre mí”.
Sin embargo temía al pensar que sus padres se enfadarían cuando supieran que era cristiano. “Durante un tiempo no se los dije, temía su reacción. El nombre ‘Jesús’ era anatema para la mayoría de los judíos y mis padres no eran distintos”.
Continuaba en búsqueda.
Acudió a esa iglesia baptista sólo hasta que conoció a una chica que sería su novia y luego su esposa. Ella era evangélica luterana. Se casaron en 1984 y ello lo impulsaba hacia su iglesia. Pero a Fred le llamaba la atención que tanto en la iglesia baptista como en la luterana era común que el pastor o alguien más hablaran mal de los católicos “del fondo de la calle”.
Al cabo de un tiempo, después de mudarse a otra zona, dejaron de ir a la iglesia. Cuando nació su hijo, en 1997, ella quiso que fuera bautizado, y así lo hicieron, pero en la iglesia episcopaliana local. Con el tiempo no acudieron ya casi a ninguna iglesia. Luego se divorciaron.
Deprimido, Fred no se negó cuando un amigo le invitó a una iglesia pentecostal. “Tenían muy buena música, había gente de distintas edades y eran todos muy agradables”. Le gustó, se quedó y hasta llegó a ser el técnico de sonido de esa comunidad.
¿Qué pasa con esos católicos?.
Cuando llevaba cuatro años con estos pentecostales, se dio cuenta de que también ellos criticaban insistentemente a los católicos, como ejemplo de religiosidad vacía, de ritualismo que no salva.
Él, en realidad, no sabía nada de los católicos, y le llamaba la atención que tantos grupos distintos coincidieran en criticarlos casi obsesivamente. ¿Qué tenían esos católicos? ¿Por qué les criticaban a ellos y no a otros?
En 2009 decidió investigarlo. Y para eso tenía Internet. Se propuso leer acerca del conflicto en doctrinas y visión entre los católicos y otras comunidades cristianas. Y los que más le ilustraron fueron exprotestantes que ahora eran católicos y apologistas como Scott Hahn, Tim Staples o Patrick Madrid, entre otros. “Cuanto más leía, más me convencía de que la Iglesia Católica era la Iglesia fundada por Cristo”, dice.
En 2010 se apuntó al RCIA, el curso de iniciación cristiana para adultos que se imparte en Estados Unidos a los que quieren hacerse católicos. En la Vigilia Pascual de 2011, Fred Wolff, que de hecho nunca había llegado a ser bautizado, recibió las aguas del bautismo, los óleos de la confirmación y la Sagrada Comunión. “Supe en mi corazón y mi espíritu que Jesús era realmente el Mesías y mi Redentor”, concluye.
Sin embargo temía al pensar que sus padres se enfadarían cuando supieran que era cristiano. “Durante un tiempo no se los dije, temía su reacción. El nombre ‘Jesús’ era anatema para la mayoría de los judíos y mis padres no eran distintos”.
Continuaba en búsqueda.
Acudió a esa iglesia baptista sólo hasta que conoció a una chica que sería su novia y luego su esposa. Ella era evangélica luterana. Se casaron en 1984 y ello lo impulsaba hacia su iglesia. Pero a Fred le llamaba la atención que tanto en la iglesia baptista como en la luterana era común que el pastor o alguien más hablaran mal de los católicos “del fondo de la calle”.
Al cabo de un tiempo, después de mudarse a otra zona, dejaron de ir a la iglesia. Cuando nació su hijo, en 1997, ella quiso que fuera bautizado, y así lo hicieron, pero en la iglesia episcopaliana local. Con el tiempo no acudieron ya casi a ninguna iglesia. Luego se divorciaron.
Deprimido, Fred no se negó cuando un amigo le invitó a una iglesia pentecostal. “Tenían muy buena música, había gente de distintas edades y eran todos muy agradables”. Le gustó, se quedó y hasta llegó a ser el técnico de sonido de esa comunidad.
¿Qué pasa con esos católicos?.
Cuando llevaba cuatro años con estos pentecostales, se dio cuenta de que también ellos criticaban insistentemente a los católicos, como ejemplo de religiosidad vacía, de ritualismo que no salva.
Él, en realidad, no sabía nada de los católicos, y le llamaba la atención que tantos grupos distintos coincidieran en criticarlos casi obsesivamente. ¿Qué tenían esos católicos? ¿Por qué les criticaban a ellos y no a otros?
En 2009 decidió investigarlo. Y para eso tenía Internet. Se propuso leer acerca del conflicto en doctrinas y visión entre los católicos y otras comunidades cristianas. Y los que más le ilustraron fueron exprotestantes que ahora eran católicos y apologistas como Scott Hahn, Tim Staples o Patrick Madrid, entre otros. “Cuanto más leía, más me convencía de que la Iglesia Católica era la Iglesia fundada por Cristo”, dice.
En 2010 se apuntó al RCIA, el curso de iniciación cristiana para adultos que se imparte en Estados Unidos a los que quieren hacerse católicos. En la Vigilia Pascual de 2011, Fred Wolff, que de hecho nunca había llegado a ser bautizado, recibió las aguas del bautismo, los óleos de la confirmación y la Sagrada Comunión. “Supe en mi corazón y mi espíritu que Jesús era realmente el Mesías y mi Redentor”, concluye.
El Demonio está en muchos más sitios de los que podamos pensar. Después de todo, este mundo caído no es más que obra suya.
ResponderEliminartengamos fe en Cristo, quien nos ama eternamente.
Algún día, estos miserables pagarán
Grande testimonio, Jesús y María, te llevaron de la mano a la verdad completa que está en la religión católica apostolica!! Viva Cristo Rey.
ResponderEliminar