El Rotary Club: una secta extranjera
El Rotary Club —asociación de hombres, preferentemente de negocios y
profesionales, que se proponen moralizar y mejorar los espíritus contribuyendo
a la paz universal mediante la práctica de una moral sin dogmas y de un
laicismo y naturalismo absolutos— es la masonería internacional esparcida por
todo el mundo, como noviciado de la Orden, para probar, ensayar y conquistar
adeptos. Sus jefes son elegidos por los masones residentes en la ciudad
norteamericana de Evanston, Illinois, cerca de Chicago, sede del organismo
central. Al frente de cada club local hay un presidente a quien acompaña el
vicepresidente, el secretario, el tesorero y el macero; y en cada distrito de
clubes federados existe un gobernador, el cual depende directamente del Club
Central, integrado por una Junta Directiva mundial que se renueva anualmente.
Esta Junta Directiva del Rotary International consta de un
presidente, tres vicepresidentes, diez directores, un secretario y un tesorero.
Uno de los directores, en 1958, fue el cordobés Tristán E. Guevara, Ministro de
Trabajo y Previsión en la Argentina de la Revolución Libertadora (hoy esa tarea
la ejerce un General del Ejército en situación de Retiro). Para elegir a los
directores los distritos se agrupan en zonas. Cada club rotario debe tener
entre sus socios un representante de cada profesión, negocio o institución
reconocida en la comunidad donde actúa. El número mínimo de socios es veinte y
deben ser todos varones.
Su nombre surgió —según se lee en sus estatutos y
reglamentos— de la costumbre de celebrar las reuniones del primer club por
rotación en los distintos despachos de los socios fundadores. Dos años después
ya no se hacían en los domicilios de los asociados sino en los hoteles más
lujosos, como cuadraba a la categoría social de sus integrantes, millonarios
industriales, magnates de la Banca y de los consorcios comerciales de
profundísima penetración internacional. Su lema oficial es: Dar de sí antes de
pensar en sí. Se beneficia más quien mejor sirve.
Concomitancias con los hermanitos mayores
El mallete, distintivo del venerable maestro de la logia
masónica, es también el distintivo del presidente del club rotario; y la
bandera blanca de los masones es el emblema de los rotarios, que han sustituido
en ella el águila de dos cabezas por la rueda dentada.
El gobernador, elegido en la reunión anual de los clubes del
distrito, debe ser presentado al Rótary Internacional para su aprobación
definitiva.
Al candidato se le exige, como requisito indispensable para
ser propuesto para tal cargo, de supervisor general, el haber participado en la
Convención Internacional Rotaria; pues estos altos jefes resultan ser, en la
práctica, agentes de la Junta Directiva en el Exterior. A la Convención Anual
de los delegados rotarios precede siempre la Asamblea Internacional de los
gobernadores, donde éstos reciben normas de gobierno. De la misma manera, cada
gobernador reúne, en abril o mayo, a los presidentes y secretarios de todos los
clubes de su distrito, además de la conferencia distrital que anualmente
realiza con los socios.
Sus deberes son: remitir mensualmente sus mensajes a los
clubes de su jurisdicción y vigilarlos directamente bajo la fiscalización de la
Junta Internacional; comunicar a la Junta Directiva de los Estados Unidos los
resultados de la Asamblea del distrito, y enviar a estas mismas autoridades
internacionales de Chicago el informe anual de sus visitas a los clubes de la
zona. Cada presidente de club remitirá por separado el informe semestral al
Secretario General del Rotary International.
En la sede central se llevan al día los ficheros de todos
los clubes del mundo, enriquecidos con los datos actualizados de cada uno de
sus miembros.
Fundado el Rotary Club, o Círculo de la Rueda Dentada, el
23 de febrero de 1905 en Chicago por el abogado masón Paul Harris, adquirió
carácter internacional en 1912; estableciéndose en la Argentina el 8 de
noviembre de 1919.
La estadística actual totaliza 5200 distritos, 12.000 clubes
y 750.000 rotados, de los cuales 6.000 se hallan en nuestro país, donde funcionan
380 clubes.
La nueva religión laica de la amistad rotaria
"Nuestro plan —declaró Harris— hace caso omiso de todo
credo y glorifica los hechos. Rótary está abierto a protestantes, católicos,
judíos, musulmanes, cristianos, budistas, y ateos. ¿Vamos a ser retrógrados, o
debemos ir adelante con el progreso de los tiempos?"
Esto es lo que se propone el rotarismo, a saber:
racionalismo en doctrina, naturalismo o laicismo en moral e indiferentismo
absoluto en religión.
Su semejanza con la masonería radica cabalmente en el
naturalismo racionalista y en el indiferentismo religioso. Se proponen
"mejorar" la humanidad por la amistad y la camaradería, sustituyendo
el mandil masónico por el mantel laico de la opípara mesa. En esta campaña
de mejoramiento social no cuenta para nada la religión; “ni siquiera debemos
acordarnos de ella”, decía el gobernador del distrito 63, Abente Haedo, en mayo
de 1936.
El católico, soldado por vocación, deberá dejar sus armas
a la puerta del club, si desea permanecer en el Rótary y, obligado al
combate espiritual, quedará inerme ante los errores que le serán presentados
bajo los velos de la indiferencia.
El rotario William Mayer afirmó en México que “todos y
cada uno de les rotados deben desterrar de sus mentes los prejuicios de
religión y de nacionalidad”; y en 1944 el rotario argentino, doctor del
Forno, aseguró que “la moral sin dogmas forma la conciencia del Rótary”.
Ya el rotario belga Hermann Doms había expresado en 1927 que
“la moral del Rótary no tiene religión. Es estrictamente neutra en el sentido
más amplio de la palabra”.
Para un rotario es muy fácil entonces hablar de tolerancia
religiosa en su propaganda laicista; pues, si en nada cree, todo para él resulta
una misma cosa.
En 1936 el rotario argentino, Salvador Díaz Moreno,
manifestó que “al Rótary no le interesa la religión ni los dogmas revelados;
ni dioses ni tampoco santos. El Rótary vive de la realidad del presente; pero
en sus entrañas se gesta una “nueva religión laica” de la amistad. El porvenir
dirá si tendrá o no su Olimpo".
Y el rotario brasileño Ferraz Alvim decía en el club de San
Pablo: “Rótary no tiene moral práctica ni mucho menos teórica”.
En los clubes rotarios se prohíbe a los católicos manifestar
su fe religiosa, pero en cambio ella puede recibir allí los más rudos ataques.
En el club de la provincia de San Juan en 1937 —para citar
algún caso entre tantos— se desconoció la divinidad de Cristo y se le llamó
"bohemio"; y en el club de Buenos Aires, el 21 de julio de 1944, se
injurió a los santos de la Iglesia Católica, endosándoles el carácter de
“epilépticos” a San Pablo, a San Francisco de Asís, a Santa Juana de Arco y a
Santa Bernardita Soubirous.
Este mismo club de la Capital Federal celebró con gran pompa
y entusiasmo, el 11 de julio de 1934, el cincuentenario del laicismo escolar
argentino; y tal homenaje se repitió en marzo de 1956 junto con el de la
masonería, cuando el gobierno de la Revolución Libertadora anunció la plena
vigencia de la ley 1420, que consagró nuevamente entre nosotros el laicismo en
la escuela, haciéndolo extensivo a todo el país.
El 11 de abril de 1944 decía Julián J. Lastra en el Rótary
Club de Neuquén: “Sobre la cumbre de la montaña de los siglos hay una hueva
cruz, el Rótary, pero cruz sin víctima odiosa. Nuestro código moral rotario sin
principios dogmáticos, sino empíricos, es como el evangelio de la sagrada
escritura. Con nuestra política de buena vecindad y nuestra palabra de honor,
alcanzaremos la paz entre los hombres y la armonía entre las naciones".
Esta es la misma teoría del masón Harris, fundador del Rótary, el cual decía
—olvidándose de la venida de Jesucristo y la publicación de su Evangelio— que
“el firme cimiento sobre el cual se edificará la paz permanente del mundo y que
excluye a cualquier otro es el Rótary". El 28 de junio de 1946 el
Rótarv Club de la ciudad de San Nicolás rindió un público homenaje al partido
socialista que, “por su conducta definida y recta, se había puesto lealmente al
servicio de la patria”. Pero ¿ignoran, acaso, los católicos rotarlos, que tal
partido político ha sido y sigue siendo en nuestro país el tradicional enemigo
de la Iglesia Católica?
El 15 de enero de 1958, por primera vez en la historia del
Rótary argentino, un Presidente de la Nación (Aramburu), masón Grado 33º,
asistió al almuerzo ritual de los miércoles, servido en el Plaza Hotel de
Buenos Aires. El Vicepresidente (Isaac Rojas), masón Grado 33º, lo hizo al mes
siguiente, el miércoles 12 de febrero. En tal ocasión, el contralmirante Isaac
Rojas dijo: “(…) Soy un convencido del bien que hace a la humanidad la
organización a que ustedes pertenecen”; y el general Pedro Aramburu —al ser
declarado miembro honorario del Rótary por su gobernador metropolitano -doctor
Guillermo Garbarini Islas, masón activísimo, mano derecha de Alicia Moreau de
Justo en la Junta Consultiva- expresó lo siguiente: “Conozco los altos fines
que persigue esta institución y por ello he sentido una gran satisfacción
cuando se me ha invitado a concurrir a esta comida de camaradería(…) Ojalá,
señores, pudieran multiplicarse en el país instituciones de la naturaleza del
Rótary Club, porque de ellas emana una fuerza espiritual tan extraordinaria
que, en realidad, son el puntal, la garantía más segura para la democracia y la
libertad”.
El 8 de abril de 1959 el Presidente Provisional, Pedro
Aramburu, es despedido, en reunión secreta, por el Rótary Club de Ramos Mejía,
antes de emprender viaje a Europa. Presidía la mesa, como invitado de honor, el
señor Ian Drydale, Gran Maestre de la masonería argentina y agente confidencial
de Su Majestad Británica. El homenajeado se hallaba a su derecha revestido
-según algunos, cronistas- con su mandil reglamentario, correspondiente al
grado 33. [4]
En 1926 los rotados enviaron al verdugo de la Iglesia
Católica en México, Plutarco Calles, un telegrama en el cual, después de felicitarlo,
le decían: “Estamos resueltos a cooperar con vuestro gobierno mientras podamos”.
Al hablar de la cuestión religiosa mexicana declaraba el masón neoyorquino
Roberto A. Grennfield: “La masonería se vale de la YMCA (protestante) y del
Rótary para combatir al catolicismo”.
Los rotarios son masones disfrazados
Es un hecho que los rotarios florecen donde más abundan
los masones, a tal punto que aquellos, generalmente, no son otra cosa que
masones disfrazados.
Masón fue su fundador y sus principales colaboradores y
masones son los actuales dirigentes internacionales. En Londres existe una
logia masónica -la Rótary Lodge- reservada exclusivamente para rotarios masones
y cuyo Gran Maestre es el Príncipe Consorte, Felipe de Edimburgo.
El Boletín de enero de 1928 del Gran Oriente Español
decía que “los masones podían considerarse como los hermanos mayores de los
rotarios, ya que entre una y otra institución hay grandes puntos de contacto”.
“En los clubes rotarios —afirma la revista masónica “Alpina”—
tienen su puesto muchos masones; y esto es fácilmente comprensible —añade-
dados los principios porque se rige el rotarismo".
No es, por lo tanto, una novedad que en la revista masónica
“El Nivel”, editada en Buenos Aires, se informara al público masónico, en su
entrega de febrero-marzo de 1944, sobre “los eficientes trabajos realizados por
el Gran Maestre de la Gran Logia Argentina en conexión con el Rótary
Club".
El masón Pérez Torreblanca decía en la Asamblea de la
Masonería Simbólica de España en 1929: “Por sus orígenes los clubes rotarios
cumplen una función internacional muy parecida a la masónica, aunque la
limitación de sus fines los coloque en la situación de hermanos menores de
nuestra Orden. La masonería debe colaborar en este movimiento para que no se
desnaturalicen sus fines primordiales”. Y luego, a raíz de las censuras
eclesiásticas recaídas sobre los socios de la “rueda dentada”, añadía: “El
movimiento rotario, condenado por la Iglesia y perseguido por los obispos,
merece una simpática consideración, e incluso el apoyo de integrarlo allí donde
las posibilidades masónicas lo permitan”.
El Club de Leones: centro de captación de los rotarios
Entre los diversos centros que deben su iniciación al
Rótary, debemos nombrar, por su gran importancia, al Club de Leones. Esta
institución, llamada también Lions International, cuya casa matriz se halla en
Chicago (de donde salieron los Chicago Boys de Martínez de Hoz), nació en la
ciudad estadounidense de Dallas, Texas, en 1917, como hermano menor del Rótary.
Según se cree, es una organización internacional de origen masónico que
responde a los intereses petroleros de los Estados Unidos (de allí su conexión
con Joe y su banda de forajidos). El leonismo ha fundado ya 21.000 clubes en el
mundo y cuenta con 1.500.000 asociados, llamados “leones”. La sigla LEONES
puede significar, según los intérpretes del leonismo: Lealtad, Entendimiento,
Orden, Nobleza de Ideales, Esfuerzo por el progreso y Servicio al individuo.
Desde luego, todo ello, para la destrucción de las patrias.
La primera convención de clubes de leones del distrito
correspondiente a la Argentina se reunió luego en el teatro El Círculo de la
ciudad de Rosario, el 23 de mayo de 1957 (pleno reinado de la Revolución
Libertadora), presidida por su delegado internacional, el doctor Humberto
Valenzuela García (que ya había estado en Argentina en noviembre de 1954); y al
establecerse en Buenos Aires la filial nacional de la institución, resultó
elegido como presidente el masón José Fernández Moreno.
Rotarismo y catolicismo
En 1928 condenaron al Rótary, en sendas cartas pastorales,
los obispos españoles de Palencia, Almería, Tuy, León y Orense; y luego el
episcopado español en pleno el 1º de febrero de 1929.
El primado de Toledo, monseñor Segura y Sáenz, escribía en
su pastoral del 23 de enero de 1929: “El Rótary hace profesión de un
laicismo absoluto y de una indiferencia religiosa universal, intentando
moralizar a los individuos y a las sociedades con total prescindencia de
nuestra santa Madre la Iglesia Católica. Mientras predican una moral sin
religión para llegar a la paz universal, ocultan -bajo un aspecto comercial,
recreativo, filantrópico, pedagógico, neutral, pero siempre laico- la negación
de la moral verdadera y de la verdadera religión, que tratan de sustituir con
una religión que no es la de Jesucristo".
El obispo de Palencia decía: “La institución rotariana,
como tal, hace profesión de laicismo absoluto, de indiferencia religiosa
universal, e intenta moralizar a los individuos y sociedades por medio de una
doctrina radicalmente naturalista, racionalista y aún atea. Sepan, por tanto,
nuestros amados fieles que, dentro de los titulados clubes rotarios, no pueden
entrar los buenos católicos".
Y el obispo de Orense señalaba que “tales clubes rotarios
no son otra cosa que nuevos organismos satánicos de igual procedencia y
espíritu que el masonismo; bien que procuren disfrazarse y aparecer con el
marchamo de humanitarismo puro y hasta de caridad cristiana y de fraternidad
universal (…). Según todas las señales y testimonios y documentos fidedignos; y
aún a juicio y probanza de insignes y meritísimos católicos y prelados de la
Iglesia, la organización rotaria resulta sospechosa y debe estimarse vitanda,
execrable y maldita".
El cardenal Andrieu, arzobispo de Burdeos, lo condenó en
1929; y, al mencionar estos documentos de los episcopados francés y español, la
Revista Eclesiástica de Buenos Aires, en 1929 y 1945, recordaba a los católicos
la resolución Nº 87 del Episcopado Argentino que ordena lo siguiente: “Deben
nuestros fieles andar muy cautos en dar su nombre y apoyo a asociaciones de
carácter internacional con principios doctrinarios opuestos a las enseñanzas de
la Iglesia y con gobierno sustraído a toda dirección e influencia de la
misma". Y más adelante comentaba que "entre esas asociaciones se
puede incluir con justicia al Rótary Club"; por lo que sólo con permiso
del obispo, y comprometiéndose a seguir fielmente sus instrucciones, un
católico podrá pertenecer por excepción al Rótary.[7]
Porque “el Rótary —escribió el jesuíta José M. Bower en la
revista "Estudios" de Buenos Aires en su entrega de octubre de 1928—
no es compatible con el catolicismo. Con su moral racionalista, naturalista y
laica se alza como rival de la moral evangélica, y entre la moral del Rótary y
la moral de Cristo la opción no puede ser dudosa para un católico. Mutilar la
verdad divina es un sacrilegio, disimularla es una cobardía y sustituirla por
otra es una apostasía”.
Todo sistema ético que no se base en los principios
cristianos es inadmisible para un católico, y “las tentativas de acuerdo en
este terreno —nos advierte Pío XI en su encíclica Mortálium ánimos del 6 de
enero de 1928— no pueden, en ninguna manera, obtener la aprobación de los
católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que
todas las religiones son, con poca diferencia, igualmente buenas. Cuantos
sustentan esa opinión poco a poco vienen a parar en el naturalismo y ateísmo”.
El Boletín Eclesiástico de la arquidiócesis de Santa Fe del
15 de marzo de 1933 se hace eco de estos conceptos al transcribir un artículo
de L´Osservatore Romano, órgano oficioso de la Santa Sede, subrayando el
“carácter antirreligioso y anticatólico del rotarismo”. [9]
A las condenas de los obispos españoles y franceses
siguieron las del episcopado holandés en su Conferencia de Utrecht de 1930, del
episcopado peruano en 1938 y de monseñor Reyes, de Nicaragua, en 1941, los
cuales en general dicen: “El Rótary sostiene una doctrina radicalmente
naturalista y atea, totalmente indiferente en cuanto a la religión y al culto.
Tales clubes son satánicos, de igual espíritu y procedencia que el masonismo
(…) Y predican una moral sin religión (…) Por lo que declaramos categóricamente
que a ningún católico le está permitido afiliarse al Rótary, y que al
pertenecer a él ponen en peligro su salvación eterna”.
La Santa Sede -respondiendo a la consulta de los obispos- lo
prohibió terminantemente para todos los clérigos en su “non éxpedit” (no
conviene) del 4 de febrero de 1929, y luego Pío XII repitió tal prohibición el
11 de enero de 1951, añadiendo para los fieles en general una exhortación, en
la cual les aconseja que se cuiden de pertenecer a sociedades condenadas por la
Iglesia o simplemente sospechosas, a tenor del canon 684 del Código de derecho
canónico.
La Santa Sede, aclarando la frase curial “non éxpedit”,
indicó que “prohibitiónem importat”, o sea, constituye una prohibición [10] Y
L´Osservatore Romano, diario oficioso del Vaticano, daba tres razones
principales de tal prohibición, a saber: “Por su origen masónico, por sus
probadas hostilidades hacia la Iglesia Católica y por su código moral, tan
parecido, en casi su totalidad al de la masonería”.
Los rotarios argentinos, al conocer tal decisión de la Santa
Sede, hablaron de las “injustas apreciaciones del Vaticano”, de “reviviscencias
de la intolerancia medieval”, de que “la Iglesia ha cometido un error muy
serio”; y que tal actitud manifiesta en Ella “una autoridad espiritual llena de
soberbia”. Con tales apreciaciones sobre el supremo magisterio del Vicario de
Cristo en la tierra ¿cómo puede llamarse católico un rotario?
En setiembre de 1945 la revista eclesiástica de Buenos Aires
se expresaba así: “El Ordinario no puede permitir que los sacerdotes se afilien
o den su nombre a los Rótary clubes, ni tampoco que asistan a las reuniones que
aquéllos verifiquen”.
Leemos en L´Osservatore Romano de 1933: “Los rotarios, al
pretender ser la auténtica organización práctica de la ética y los maestros y
ejecutores de la ley moral que ellos señalan, argumentan en forma parecida a
los doctrinarios de la masonería. Por esto la concepción rotariana, así como la
masónica, no pueden conciliarse con la doctrina católica”.
El rotarismo, prescindiendo de veinte siglos de vida
cristiana, ha dado un salto gigantesco hacia atrás y se ha colocado en plena
filosofía pagana y naturalista. Sus rasgos propios e imborrables son: un
naturalismo radiccal, un absoluto indiferentismo religioso y un ateísmo
práctico completo.
El célebre pensador inglés Chesterton lo define como “una
organización sin alma, desprovista de toda dignidad espiritual. El compañerismo
rotariano —dice— no tiene nada de cristiano y su teoría de la propia
suficiencia es la más negra de las modernas herejías”. Y concluye así el
erudito escritor: “El hombre no se basta a sí mismo, debe apoyarse en Dios; y
el rotarismo prescinde de toda idea divina en las relaciones humanas. La
hermandad de los hombres necesita de la paternidad de Dios. Cuando se suprime o
evita la creencia en lo sobrenatural (como hace el Rótary) todo queda reducido
a una mezquina colección de presuntuosos.