viernes, 31 de enero de 2014

DESCANSA EN PAZ DON BLAS, SEGUIMOS TU EJEMPLO

"Prototipo de una España desconocida"

Ha muerto Blas Piñar. Estoy seguro que para muchos españoles habrá muerto también el resto de ilusiones que él mantuvo por encima de cualquier dificultad, haciendo frente a ataques injustos y a críticas demoledoras.

Ahora, caliente aún su cadáver, muy cerca de él y de los suyos, proclamo aunque mi voz sea siempre un grito solitario, que Blas Piñar no fue uno de los mejores españoles de nuestro tiempo, sino el mejor.

Reunía una serie de cualidades excepcionales: la primera, el valor, la segunda, la increíble resistencia al cambio ventajoso y acomodaticio. Su corazón latió siempre con el nombre de España. No hubo para él ningún descanso, ningún silencio y por supuesto, ninguna cobardía. Amó a España hasta la extenuación viviendo su sacrificio personal alentado siempre por la alegría de servir permanentemente a su nación y a su patria. Hubo un tiempo en que hasta el mismo ABC le prestó en muchas ocasiones su Tercera. Sí, eran otros tiempos, pero Blas había levantado una bandera que no estaba dispuesto a arriar a pesar de dificultades, ataques, agravios e insultos.

Latía en su pecho un delirante amor a su patria. Nada podía suplirlo, nadie podía adelgazarlo. La verdad entera de España la guardaba en su alma de patriota ejemplarísimo. Pienso que frente a la dignidad suprema de este personaje, pocos hay que recibieran como él en vida la vil expresión que le alejaba de la nómina de los españoles de bien. Conocí a Blas cuando yo tenía 20 años. Un primo hermano mío, Ángel Molina -que firmó mi carta de afiliación a la Falange Española de las JONS y cuyo padre fue vilmente asesinado en Albacete-, me dio sus primeros consejos que estaban ya ungidos por su firme carácter de Alférez Provisional.

Me figuro la perplejidad de algunos que dirán: “ya se fue el fascista Blas Piñar” y posiblemente, en su desvío emocional y en su odio recalcitrante, serán incapaces de ver y conocer todo lo que representó la figura de Blas Piñar en la historia de España. Blas no fue nunca fascista, se comportó siempre como un soldado enamorado y ajeno a galas innecesarias.

Yo le conocí a fondo y sabía de sus afectos y fervores hacia mí, que por supuesto, yo no merecía en absoluto. En ocasiones critiqué algunas de sus posturas radicales; ahora entiendo mejor la radicalidad de su amor y de su actitud de permanente lealtad a la esencia de España que él soñaba.
Jamás dobló su espalda ante nadie, ni ante el mismo Franco Caudillo de España, al que sirvió con lealtad crítica e incomprendida y quien le alabó ante mí en más de una ocasión. Él, que no entendía de desvíos ni de alteración de circunstancias marcadas por un interés político, representó como ninguno la fidelidad a la egregia figura del Capitán de nuestra juventud, Francisco Franco, para deshonra de tantos aduladores provisionales que pronto le habrían de mirar con desprecio desde las poltronas del poder. Nadie, absolutamente nadie ofreció jamás un testimonio tan conmovedor, tan delirante en la lealtad a Franco y al movimiento nacional. Y no conozco a ninguna persona que haya sufrido con tanta entereza los viles ataques de sus enemigos. Yo le veía siempre en mis sueños como defensor del Alcázar, al que él amó de forma infinita y estremecida.

No era orgulloso, no presumía de ninguna clase de monopolio. Estaba radicalmente solo y aguantó la soledad como un héroe clásico. Jamás le vi con la mirada enturbiada por el rencor, jamás le vi cercano a cualquier clase de odio. El amor que sentía por España invadía todo su ser y hacía imposible una beligerancia hacia nadie. Sólo España era el rosario permanente de sus oraciones y la verdad estremecida de su esperanza. A ella consagró su vida, sin ayudas, sin prestaciones, sin limosnas que él rechazaba siempre con una suprema caballerosidad. Pero aceptó la soledad como un grado de dignidad y de honor y como una obligación que él sentía como la del más erecto soldado de España.

Nadie podía decirme que iba a ser yo quien trazara esas líneas necrológicas ungidas por la pasión y el dolor de su pérdida, pero él sabrá, allá donde los luceros nos alumbran, que su fiel camarada estuvo al pie de su cadáver con postura militar y ánimo de soldado saludando a quien había sido el mejor artífice de la lealtad de vida a un Capitán hoy maltratado.

Sé que todavía la ponzoña con que se le atacó tendrá sus grados de recuerdo, pero mi voz que está ya, sino cansada, avejentada por el paso de los años, estará siempre en pié junto a su recuerdo, firme ante el ejemplo que dio en su vida, alta mi frente para mirarle a los ojos sin que pudiera bajarlos en ninguna ocasión. Blas era el prototipo de una España ya desconocida que pasó a la historia, pero que un día volverá con resplandores, con canciones y con himnos a alegrar un poco nuestro corazón entumecido.

Te prometo Blas seguir tu ejemplo. Bendito sea tu patriotismo, bendita sea tu lealtad, bendita sea la entereza de tu ánimo y bendita la firmeza de tus convicciones y la elegante manera de tratar a los que eran tus enemigos. Tu amor a España lo invadía todo e invadirá las maderas de tu féretro hoy tendido. De él se desprenderá el amor que le profesaste, tú no puedes morir del todo porque eres la encarnación de la España moribunda, pero no muerta, y desde mi dolor, desde mi tristeza, grito en el umbral de tu muerte aquel grito que nos unió en vida y que nos abraza en la muerte: 

¡¡¡ Arriba España!!!  


JOSÉ UTRERA MOLINA

lunes, 27 de enero de 2014

EL ESPIRITISMO Y LA PARAPSICOLOGIA, UNA PUERTA ABIERTA AL INFIERNO

La peligrosa practica espiritista de registrar psicofonías –para muchos el sonido del más allá- han abundado en las últimas décadas. Pero ninguna de ellas ha causado tanto impacto como la grabación de 10 minutos que realizó en 1985 el parapsicólogo español Germán de Argumosa. La grabación, de por sí aterradora por su contenido, anunció además la muerte de un diplomático chileno que estaba allí en ese momento, cosa que ocurrió a los pocos meses después. El episodio transcurrió en una casona ubicada en las afueras de Madrid. Acompañado de un grupo de artistas, librepensadores y otras personalidades de la alta sociedad española de ese tiempo, bastante interesadas en el estudio de lo paranormal, el profesor Germán de Argumosa accedió, en una suerte de experimento, a dejar una grabadora en el sótano de la casona, un lugar donde por lo demás acostumbraban reunirse periódicamente, para ver si podían captar alguna psicofonía.
Tras dejar la máquina grabando en el solitario sótano de la casa, para que no pudiese ingresar ningún ruido extraño, Argumosa y todos los circunstantes subieron al salón. Allí permanecieron durante 10 minutos, lapso después del cual volvieron al sótano para buscar la grabadora. Una vez que todos se hubieron acomodado para escuchar la grabación, Argumosa retrocedió la cinta y la reprodujo para que todos la escucharan. En ese momento el terror se apoderó de la sala.
Terribles alaridos
En la cinta, donde presumiblemente no debía haberse escuchado nada, se comenzaron a oír terribles alaridos y ruidos espantosos, además del sonido de campanas y una voz masculina que decía: “Agua, agua…me ahogo”. Muchos de los presentes catalogaron posteriormente lo escuchado como “un coro del infierno”. Como si aquello no bastara, en otro punto de la grabación se escuchaba una voz de mujer, que parecía provenir del mismo averno y que decía con toda claridad: “Ya te tengo, Juan, te mataré..te matareeee”.
Muchos de los presentes apenas se repusieron de la experiencia, aunque lo más insólito se produjo tres meses después.

Entre los presentes que acompañaron a Argumosa esa noche se encontraba un diplomático de 40 años, de la embajada de Chile en Madrid, cuyo nombre de pila era…Juan. Pese a gozar de excelente salud, el diplomático murió en extrañas circunstancias, después de sufrir un presunto paro cardíaco y no sin antes pronunciar las palabras “agua, agua”.
La cinta de Argumosa fue escuchada posteriormente en su totalidad por algunos expertos europeos en la materia, quienes aseguraron no sólo que era auténtica, sino que era una de las cintas más aterradoras y realistas jamás grabadas. Hasta el mismo momento de su muerte, cuando era requerido por periodistas, Argumosa se negaba a reproducir la totalidad de la grabación, aduciendo que los primeros minutos se podían escuchar, no así los últimos, que eran demasiado espantosos.
Desde entonces, a la psicofonía registrada por Argumosa, la más famosa, terrorífica y larga en la historia de estos registros sonoros, se la conoce como “la psicofonía del infierno”.

FRAGMENTO DE LA TERRIBLE PSICOFONIA (PUEDE HERIR LA SENSIBILIDAD)

domingo, 19 de enero de 2014

"LOS FRUTOS DEL CONSENSO" POR JUAN MANUEL DE PRADA

Si en lo esencial están tan de acuerdo como los ventrículos y aurículas de un mismo corazón podrido, ¿a qué viene esta rebatiña?
LA rebatiña que han montado los partidarios del aborto libre por plazos y los partidarios del aborto libre por supuestos también tiene su miga. «Con este anteproyecto se volverá al consenso del 85», se afirma desde el Gobierno; y, desde la oposición, sostienen que el anteproyecto nace «sin consenso», o que quiebra el existente. Y todo este tiberio por un quítame allá esos plazos o supuestos, porque en lo sustantivo el consenso político se mantiene inalterado: aborto libre (esto es, impune) en la ley vigente, al menos en la práctica; y aborto libre en el anteproyecto, tanto en la teoría como en la práctica, pues especifica que ninguna mujer que aborte podrá ser castigada.
Entonces, si en lo esencial están tan de acuerdo como los ventrículos y aurículas de un mismo corazón podrido, ¿a qué viene esta rebatiña? Nos lo explica la propia razón de ser del consenso político, que no es otra sino destruir el consenso social. Un orden político sano tiene como misión garantizar el mantenimiento de ese consenso social; del mismo modo que un orden político enfermo tiene el empeño de destruirlo, para que la propia sociedad se desintegre. De esta desintegración social, lograda a través del consenso político, es de donde saca su pujanza la partitocracia, como el moho saca su vigor del alimento putrefacto. La primera condición para que exista consenso político es que se borre de las conciencias la noción de bien común, sustituida por la más utilitarista del «interés general», que en el fondo es el interés –real o presunto– de las mayorías. El siguiente paso consiste en falsificar la realidad, de tal modo que el interés de las mayorías sea sustituido por los intereses oligárquicos de los partidos que las representan: para ello, el consenso político recolecta las opiniones más variopintas de esa sociedad destruida que ha extraviado el sentido de bien común –como el doctor Frankenstein recolectaba miembros de los más diversos cadáveres para fabricar su monstruo– y, a través de engaños y manipulaciones, elaborará una síntesis caprichosa y la presentará como opinión canónica –¡opinión pública!–, erigiéndola en pensamiento único que, por supuesto, admitirá discrepancias menores (en la cuestión del aborto, por ejemplo, se dejará que la gente dispute con el Macguffin de los plazos y los supuestos), para que la discusión sobre esos matices, convertida en gatuperio aturdidor, degenere en demogresca. Así se matan dos pájaros de un tiro: por un lado, se logra que el meollo del consenso político –cuyo fin último es el control oligárquico del poder, y su reparto por turnos o parcelas– permanezca intacto, pues la riña de gatos se mantiene siempre en terrenos suburbiales; por otro, se consigue que los últimos vestigios del consenso social sean reducidos a fosfatina, de tal modo que la convivencia social degenere en mera coexistencia desconfiada, para mayor esplendor del moho que la parasita.
Para comprobar que el fruto del consenso político no es otro sino la destrucción del consenso social podemos comparar las reacciones de los católicos a la ley del aborto de 1985 y a este anteproyecto, que recupera su marchoso consenso ochentero. En 1985, el catolicismo español –todavía terne, aunque ya había sido desplazado a un gueto– se opuso sin fisuras a la ley, porque todavía el consenso político no había logrado destruir su consenso social, ni tampoco ofuscar su comprensión de la doctrina. Treinta años después, el catolicismo español, reducido ya a fosfatina y con la doctrina más olvidada que el catecismo de Ripalda, aplaude mayoritariamente (¡y según quiénes, hasta con las orejas!) este anteproyecto de ley, permitiéndose incluso tildar de integristas a los sectores residuales que lo rechazan. Tomad y comed los frutos del consenso.

LA APARICION DE NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA A ALFONSO DE RATISBONE

Alfonso Ratisbone era abogado y banquero de 27 años, muy rico, judío pero libertino.
Tenía gran odio hacia los católicos porque su hermano Teodoro se había convertido y ordenado sacerdote, tenía como insignia la medalla milagrosa y luchaba por la conversión de los judíos.
Alfonso pensaba casarse poco después con una hija de su hermano mayor, Flora, diez años menor que el, cuando en enero de 1842, haciendo un viaje de turismo a Nápoles y Malta, por una equivocación de trenes llego a Roma. Aquí se creyó en la obligación de visitar a un amigo de la familia, el barón Teodoro de Bussiere, protestante convertido al catolicismo, hombre devoto y conciente de su responsabilidad de evangelizar.
El barón le recibió con toda cordialidad y se ofreció a enseñarle Roma. En una reunión donde Ratisbone hablaba horrores de los católicos
El Barón no se dio por vencido y desafió a Ratisbonne a someterse a una simple prueba sobre la eficacia de la medalla. Debía llevarla y rezar el Memorare todos los días.
El barón lo escuchó con mucha paciencia y al final le dijo:
-Ya que usted está tan seguro de si, prométame llevar consigo lo que le voy a dar
-¿Que cosa?
-Esta medalla. Alfonso la rechazó indignado y el barón replicó:
-Según sus ideas, el aceptarla le debía dejar a usted indiferente. En cambio a mi me causaría satisfacción.
Se echó a reír y se la puso comentando que él no era terco y que era un episodio divertido. El barón se la puso al cuello y le hizo rezar el Memorare. Era la “Medalla Milagrosa”.
Alfonso sintió bullir dentro de sí toda su animosidad, todo su resentimiento contra el proselitismo y contra todos los que él llamaba hipócritas y apóstatas. Para encerrar el tema y sin dar mayor importancia a la cosa, le prometió a Teodoro rezar la oración: “Aunque no me beneficie, por lo menos no me perjudicará”, comentó Alfonso.
El barón pidió oraciones a varias personas entre ellas al conde La Ferronays quien le dijo: “si le ha puesto la medalla milagrosa y le ha hecho rezar el Memorare, seguro que se convierte”.
El conde murió de repente dos días después. Se supo que durante esos dos días había ido a la basílica de Santa María la Mayor a rezar cien Memorares por la conversión de Ratisbone.
Por la Plaza España se encuentra el barón con Ratisbone en su último día en Roma y este le invita a pasear. Pero antes tenía que pasar por la Iglesia de San Andrea delle Fratte a arreglar lo del funeral del conde. Ratisbone le acompaña a la Iglesia.
El día siguiente, el 20 de enero de 1842, el Barón se encontró con Ratisbonne cuando iba a la iglesia de Sant Andrea delle Fratte, cerca de la Plaza de España en Roma, para hacer los arreglos de un funeral. Los dos entraron en la iglesia y Ratisbone se quedó mirando las obras de arte mientras su amigo estaba en la rectoría.
Ratisbone comenzó a deambular por el corredor lateral hasta el altar derecho de la iglesia.
De repente, todo el edificio sagrado desaparece de sus ojos. La capilla simétrica, del lado izquierdo, el altar dedicado a San Miguel Arcángel se llenó de luz con una albura resplandeciente. Al centro él ve, de pie, una Mujer admirable, grande, brillante, llena de majestad y de dulzura, semejante a la Virgen de la Medalla que llevaba al cuello. Una fuerza irresistible lo atrae hacia Ella. Ningún recuerdo le queda de aquel trayecto imposible recorrido en un instante. Está ante una presencia inefable. Ella se mueve, se inclina, le hace con la mano una señal para que se arrodille, y con otra señal le expresa claramente: “¡No te resistas!”. Él se prosterna delante de Ella en la completa obediencia de su ser totalmente conmovido. La mano parece decirle: “Así está bien”.
Con el espíritu subyugado por el respeto, toca con la frente el suelo. Pero temeroso de perder esta belleza celestial, levanta la cabeza para admirarla una vez más. Sin embargo, el fulgor es tan grande, y la veneración que siente tan pungente, tan pavoroso es el sentimiento del pecado en que vivió hasta ahora, que, aplastado, no osa más levantar los ojos hacia esta pureza. Apenas se permite contemplar aquellas manos benditas, donde lee claramente la expresión de perdón y de misericordia. La enormidad del pecado (del que adquiere súbitamente conciencia), le inspira vergüenza y horror indescriptibles. Sus lágrimas corren. En un solo instante, sin preparación, sin catecismo, sin discusiones, sin argucias, por una clara visión milagrosa, acaba de conocer la magnificencia de la Iglesia Católica.
“Ella no dijo nada, pero yo comprendí todo”, observa Ratisbona.
El brillo se extingue, Nuestra Señora desaparece, la capilla lateral retoma su aspecto semi-oscuro. Al fondo se nota un cuadro ennegrecido representando al Ángel que apareció al joven israelita del cual Ratisbona lleva su nombre: Tobías.
He aquí su testimonio de lo que Ratisbone entonces sucedió: “a los pocos momentos de encontrarme en la Iglesia, me sentí dominado por una turbación inexplicable. Levanté los ojos y me pareció que todo el edificio desaparecía de mi vista. Una de las capillas (la de San Miguel) había concentrado toda la luz, y en medio de aquel esplendor apareció sobre el altar, radiante y llena de majestad y de dulzura, la Virgen Santísima tal y como esta grabada en la medalla. Una fuerza irresistible me impulsó hacia la capilla. Entonces la Virgen me hizo una seña con la mano como indicándome que me arrodillara… La Virgen no me habló pero lo he comprendido todo”.
Cuando el barón regresó de la rectoría se encontró a su amigo orando de rodillas con gran fervor frente al altar de San Miguel, con las manos juntas u besando la medalla. Ratisbone entonces le dijo que deseaba confesarse y prepararse para entrar en la Iglesia. El 31 de enero recibió el bautismo, la confirmación y la comunión de manos del Cardenal Patrizi en la Iglesia del Gesu en Roma. Por orden del Papa, se inicia un proceso canónico, y fue declarado “verdadero milagro”.
La conversión de Ratisbone fue muy famosa y tuvo gran impacto en una cultura muy influenciada por el racionalismo, que rechaza las realidades espirituales.
En 1847 Alfonso Ratisbonne fue ordenado sacerdote jesuita y destinado a París donde estuvo ayudando a su hermano Teodoro en los catecumenados para la conversión de los judíos. Su hermano inspirado por su conversión fundó la congregación de “Nuestra Señora del Sión”, con sede en Israel, cuyo carisma es la evangelización del pueblo judío (Romanos 11, 25-26).
Después de haber sido por 10 años Jesuita, con permiso sale de la orden y funda en 1848 las religiosas y las misioneras de Nuestra Señora de Sión. En solo los diez primeros años Ratisbone consiguió la conversión de 200 judíos y 32 protestantes. Trabajó lo indecible en Tierra Santa, logrando comprar el antiguo pretorio de Pilato, que convirtió en convento e Iglesia de las religiosas. También consiguió que estas religiosas fundasen un hospicio en Ain-Karim, donde murió santamente en 1884 a los 70 años.
El San Miguel del altar del milagro en San Adreas de Fratte ha sido remplazado por una gran pintura de la Virgen según Ratisbonne la describió. San Miguel fue movido a otro lugar de la misma iglesia. El Papa Juan Pablo II visitó y oró en el altar de la aparición.

lunes, 13 de enero de 2014

EL PAPA FRANCISCO SE PRONUNCIA CON CONTUNDENCIA CONTRA EL ABORTO

El pontífice introdujo el tema del aborto en uno de los pasajes de su amplio discurso en el que se refería a los sufrimientos de los niños y a la cultura del «descarte», tanto de alimentos como de las personas.
El Santo Padre aseveró que «la paz además se ve herida por cualquier negación de la dignidad humana, sobre todo por la imposibilidad de alimentarse de modo suficiente».Sobre esto agregó que las principales víctimas de la hambruna son «sobre todo los niños».
El Papa volvió a denunciar «la cantidad de alimento que se desperdicia cada día en muchas partes del mundo, inmersas en la cultura del descarte». Entonces añadió:
«Por desgracia, objeto de descarte no es sólo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos seres humanos, que vienen descartados como si fueran cosas no necesarias. Por ejemplo, suscita horror sólo el pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del aborto, en los que son utilizados como soldados, violentados o asesinados en los conflictos armados, o hechos objeto de la trata de personas, esa tremenda forma de esclavitud y que es un delito contra la humanidad».
El Vicario de Cristo había expresado el rechazo al aborto en su primer exhortación apostólica, publicada el 26 de noviembre.
Papa Francisco: «Suscita horror sólo el pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del aborto»

sábado, 11 de enero de 2014

"LUIS, NOS TOMAN EL PELO" POR LUIS FERNANDO

Luis Fernando Pérez Bustamante

Días atrás estuve hablando con un hermano en la fe que me dijo cuál era su análisis sobre la situación en la Iglesia en las últimas décadas. Intentaré resumir sus palabras: “Luis, he llegado a la conclusión de que buena parte de los que tienen encomendado el ministerio de velar por la doctrina católica están tomando el pelo a los fieles. Sí, nos toman el pelo cuando no hacen nada para evitar que sacerdotes y religiosos hagan escarnio público de nuestra fe. Nos toman el pelo cuando miran para otro lado si se les señala que no tiene sentido admitir que la Iglesia cuente con monjas proabortistas, curas que apoyan las uniones homosexuales, teólogos cuya heterodoxia indignaría al mismísimo Arrio o a Lutero".
Y añadió: “Nos toman el pelo cuando a aquellos que denunciáis estas cosas os sugieren que miréis para otro lado y no deis publicidad a ese tipo de personajes. O sea, os piden que sigáis la táctica del avestruz, que cuando se ve en peligro mete la cabeza debajo de la tierra. Nos toman el pelo cuando os dicen “ya haremos algo", y o no lo hacen o se quedan de brazos cruzados si una autoridad eclesial superior se queda tan campante". Esto último me recordó uno de los puntos más interesante de la Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, que a veces parece que está ahí de mero adorno:
Cada uno de los Obispos que es puesto al frente de una Iglesia particular, ejerce su poder pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios a él encomendada, no sobre las otras Iglesias ni sobre la Iglesia universal. Pero en cuanto miembros del Colegio episcopal y como legítimos sucesores de los Apóstoles, todos y cada uno, en virtud de la institución y precepto de Cristo, están obligados a tener por la Iglesia universal aquella solicitud que, aunque no se ejerza por acto de jurisdicción, contribuye, sin embargo, en gran manera al desarrollo de la Iglesia universal.
(Lumen Gentium)
También me dijo que creía que este papado iba a suponer un cambio a peor en relación al trato de la conocida como “disidencia eclesial". Ahí le dije que salvo que se pongan a perseguir con la ley canónica en la mano -o por las bravas sin ley- a quienes denunciamos esa disidencia, no me imagino qué cambio puede haber. Porque, sin ir más lejos, lo que sor Teresa Forcades acaba de hacer, defender el “derecho al aborto", lo lleva haciendo desde hace muchos años, cuando Francisco no era Papa. Lo que el P. Juan Masiá hizo hace unos días desde su blog en El País, aseverando que en ocasiones lo irresponsable es no abortar, ha sido el pan nuestro de cada día en la vida de ese jesuita desde la década pasada, y probablemente durante toda su etapa como profesor de ética en una universidad católica de Japón. Y así podría poner un ejemplo tras otro, ocupando varios párrafos de este post.
Tras recomendarle la lectura de “Para saber cómo conducirse en medio de la confusión”, cuando le dije a mi amigo que no creo que las cosas vayan a peor,me tapó la boca recordándome lo de los Franciscanos de la Inmaculada, de quien todavía no sabemos bien por qué les han intervenido, pero sí nos llegan noticias sobre el cariz de dicha intervención. Recuerda los métodos usados en siglos pasados contra las peores herejías. Es decir, cuando la autoridad eclesial quiere callar, amordazar, ordenar, sancionar, prohibir y ordenar la desaparición de la vida pública, sabe hacerlo con contundencia. No sé cuál será el horrible delito canónico de los FI, pero dudo que sea el de escandalizar a los fieles mostrándose a favor del aborto, el gaymonio o cualquier otra barbaridad semejante. Y sin embargo, a ellos se les machaca mientras que los proabortistas y herejes vuelan libre exhalando el humo de Satanás por sus bocas.
Reconozco que estoy algo confuso. Sospecho que este post no será del agrado de gente a la que quiero y respeto mucho. Pero, a día de hoy, no sé ser de otra forma. Transmito lo que me dicen amigos y hermanos en el Señor. No me “sale” escribir poniendo paños calientes a la realidad, cuando veo que ésta lleva a millones de almas al abismo. Si eso significa que tengo que arrostrar una cruz mayor que las que ya he llevado a lo largo de mi vida -y no son pocas-, con consecuencias indeseables, así sea. También puede ser que esté fatalmente errado y entonces yo mismo sea un instrumento de tropiezo para otros. En ese caso, ruego a Dios que ponga fin a esta situación. Sin duda sabe como hacerlo.

Luis Fernando Pérez Bustamante

jueves, 9 de enero de 2014

"ALEGATO CONTRA LA PAPOLATRIA" POR ANTONIO M.R.

Quizás la Papolatría es una de las peores herejías que asolan hoy en día a la Iglesia, consiste en considerar que el Papa, por el mero hecho de ser Papa, está dotado de unos atributos de infalibilidad total y perfección que solo corresponden a Dios, otras formas de Papolatria son considerar que el Papa es Santo por el mero hecho de ser Papa, o que el Papa es directamente elegido por el Espíritu Santo. La Papolatria se basa generalmente en un mal entendido sentido de la lealtad o la obediencia, en un seguidismo irracional, o en la simple adulación del Santo Padre.

¿ES EL PAPA ELEGIDO POR EL ESPIRITU SANTO?
«Yo no diría que el Espíritu Santo elige al Papa, pues no es que tome el control de la situación sino que actúa como un buen maestro, que deja mucho espacio, mucha libertad, sin abandonarnos, hay muchos Papas que el Espíritu Santo probablemente no habría elegido». S.S. Benedicto XVI.

Considerar que el Papa es elegido directamente por el Espíritu Santo es un error muy extendido entre la mayoría de los católicos de hoy en día. Dios no elige al Papa, sino que inspira su elección, pero siempre sin violentar la libertad individual de los responsables de la misma.

¿CUAL ES ENTOCES EL PAPEL DEL ESPIRITU SANTO?

«El papel del Espíritu Santo hay que entenderlo de un modo más flexible. No es que dicte el candidato por el que hay que votar. Probablemente, la única garantía que ofrece es que nosotros no arruinemos totalmente las cosas». Benedicto XVI

El Espíritu Santo básicamente lo único que garantiza es la promesa de Cristo sobre el ministerio petrino, “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella." (Mateo 16:13-18). Que Dios nos garantice que la Iglesia no sucumbirá a los ataques del Infierno NO significa que no pueda ser seriamente dañada, NO significa que sea inmune a la Apostasía o al Espíritu del Mundo, NO significa que todos sus Papas vayan a ser Santos.

¿ES INFALIBLE EL PAPA?

Cualquiera que conozca mínimamente la historia de la Iglesia sabe que esto no es así, ha habido Papas cuya conducta moral ha sido nefasta, que incluso han llegado a incurrir en graves inmoralidades sexuales, homicidios, y toda clase de conductas desordenadas. Una vez más, Dios respeta nuestra libertad para seguir sus inspiraciones, el Papa no solo se puede equivocar, sino que puede incurrir en graves pecados mortales, y por tanto no está libre de la posibilidad de condenación eterna.

Al igual que un Papa puede pecar en lo personal, también puede incurrir en errores de índole pastoral contra la Fe.

¿CUANDO ES INFALIBLE EL PAPA?

El Papa solo es infalible cuando habla “excathedra” o cuando emite doctrina, solo en ese momento el Espíritu Santo garantiza que la Iglesia no incurrirá en el error. En los últimos años son muy infrecuentes las declaraciones doctrinales, siendo la mayor parte de la labor de los pontífices pastoral, y por tanto esta puede estar sujeta a error.

¿DEBEMOS LOS LAICOS ASUMIR TODO LO QUE DIGA EL PAPA?

"Si la Fe está en peligro inminente, los prelados deben ser acusados por sus fieles, inclusive públicamente" Santo Tomas de Aquino.

De ninguna manera debemos asumir todo lo que digan nuestros pastores si esto pone en riesgo la Fe, si el Papa hace o dice algo en contra de la enseñanza tradicional de la Iglesia, o promueve acciones pastorales que atentan contra la misma, los laicos tenemos el derecho y el deber de denunciar incluso públicamente estas desviaciones. Las actitudes aduladoras, son pecaminosas, y debemos huir de la doblez de corazón y actuar con sinceridad.

Por. Antonio M.R. (Autor del Blog Pensamiento Disidente).

 



miércoles, 8 de enero de 2014

"LA VALENTIA DE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER" POR JAVIER PAREDES

El protagonista del día es San Josemaría Escrivá de Balaguer, que nació en Barbastro el 9 de enero de 1902. En página del Opus Dei hay un apartado específico sobre su vida, magníficamente hecho y de muy recomendable lectura; este es el enlace http://www.es.josemariaescriva.info/.

 La existencia de esa página me  permite que dedique este espacio a referirme a un aspecto clave, que le convierte en uno de los grandes personajes del siglo XX. Impulsado por su amor a la Iglesia y el celo por las almas predicó con toda claridad y firmeza, porque era bien consciente –como manifestó en alguna ocasión- que de no hacerlo así se jugaba el alma. Yo fui testigo directo de su predicación en más de una ocasión y siempre me removía el alma escucharle y me surgían propósitos concretos de mejora. Vivió en una época muy difícil, pero nunca se arrugó. De las muchas cosas que aprendí de él son dos las que a mí más me han calado: su amor la Virgen y su valentía.


 Muestra de todo ello es este párrafo de uno de sus escritos de 1974: “Es la hora de una movilización general, de esfuerzos sobrenaturales y humanos, al servicio de la fe. Ninguno de mis hijos puede ausentarse de esta batalla. Saber estas cosas y lamentarse no bastaría: debemos esparcir la buena semilla a manos llenas y con constancia, de palabra y por escrito. Pero, sobre todo, con nuestro comportamiento: que se note que reverenciamos la fe y amamos fielmente a Jesucristo y a su Santa Iglesia. Cada uno de vosotros debe ser un foco activo de apostolado, que haga eco y difunda doctrina cristiana diáfana, en medio de este mundo y de esta Iglesia, tan enfermos y tan necesitados de la buena medicina que encierra la verdad que Jesús nos trajo.

 Persuadíos de que, si procuramos trabajar con esta sinceridad, no nos ganaremos las simpatías de algunos. Sin embargo, no caben ni ambigüedades ni compromisos. Si, por ejemplo, os llamaran reaccionarios porque os atenéis al principio de la indisolubilidad del matrimonio, ¿os abstendríais, por esto, de proclamar la doctrina de Jesucristo sobre este tema, no afirmaríais que el divorcio es un grave error, una herejía?

 Hijos de mi alma, que ninguno me venga con remilgos y distingos, en estos momentos en que se requiere una firme entereza doctrinal. Abominemos de ese cómodo irenismo de quien imaginara pacificar todo, encasillando unos a la izquierda y acomodando otros a la derecha, para colocar graciosamente en un prudente centro —nada de extremismos, aseguran— el fruto de su juego dialéctico, ajeno a la realidad sobrenatural.    Ellos inventan el juego y deciden la posición de los demás”.

http://www.diarioya.es/content/la-valent%C3%ADa-de-san-josemaria-escriv%C3%A1-de-balaguer

miércoles, 1 de enero de 2014

"LO CONFIESO" POR PEDRO LUIS LLERA



Me dispongo a escribir en esta última tarde del año 2013 para hacerles una terrible confesión: soy católico. Sí, sí. Como lo han oído: soy católico. Ya se sabe que en España, en estos tiempos, ser católico es una de las peores cosas que uno puede ser: ya lo sé… Estoy en contra radicalmente del aborto, que me parece un crimen abominable. Fíjense ustedes qué reaccionario soy: una apestado, eso es lo que soy. Y además, integrista: creo todo lo que la Iglesia Católica lleva predicando desde hace unos dos mil años. Y lo creo todo, todo (por lo menos, lo intento). Y no quiero cambiar sustancialmente nada en el Iglesia. Sólo me gustaría que los que formamos parte de la misma fuéramos más santos y más coherentes. Aunque soy un pecador y caigo una y otra vez, estoy conforme con el Catecismo y con el magisterio del Papa y con la tradición apostólica y con la comunión de los santos y con los sacramentos… Creo que el matrimonio es indisoluble. Ya lo sé, ya lo sé: no se puede ser más oscurantista, reaccionario y fanático. Soy parte de la caverna pura y dura. Soy una vergüenza para esta España progresista, abierta y liberal: una pústula maloliente, una espinilla purulenta y supurante, una erupción en las narices de la España «progre». Soy un torquemada nostálgico del nacionalcatolicismo, un fascista… Estoy perdido: estoy entre lo peor de la extrema derecha de este país. Y todo por estar en contra del aborto, por ir a misa los domingos y fiestas de guardar; por educar a mis hijos conforme a lo que manda la Santa Madre Iglesia; por defender el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer y la familia tradicional. ¡Qué lástima! ¡Estoy echado a perder!


Sí, efectivamente: soy un caso perdido. El matrimonio homosexual me parece un paso más de liberales, laicistas, socialistas y demás enemigos de Cristo para acabar con la familia. Primero lo intentaron proclamando el amor libre y atacando el matrimonio. ¿Recuerdan ustedes? «Casarse es de carcas reaccionarios, propio de burgueses que pretenden perpetuar su ideología rancia», decían. «El amor auténtico no necesita que se firmen contratos ni papeles», afirmaban. «Vivimos juntos y ya está. Y si nos cansamos el uno del otro, cada uno por su lado y no hace falta pagar abogados ni nada», explicaban ufanos. Pero la gente se seguía casando y, salvo honrosas y muy minoritarias excepciones, no les hacía ni puñetero caso a los progresistas, feministas y demás… Y es que la gente es tan fascista y tan retrógrada… Y venga a casarse y a tener hijos y a formar familias reaccionarias que tenían bebés reaccionarios y cavernarios… Y entonces decidieron cambiar de estrategia y todos estos progresistas, liberales, laicistas, socialistas y demás ralea (los enemigos de Cristo y de la Iglesia en general) decidieron que como la gente se empeñaba en casarse, había que desvirtuar el matrimonio y convertir cualquier cosa en «matrimonio». «Si se aman, ¿por qué no se van a casar?», empezaron a decir entonces los mismos que cinco minutos antes clamaban contra el matrimonio y la familia. Y gais, lesbianas, transexuales, travestís y demás homosexuales y homosexualas decidieron que desde ese momento, nada de «amor libre»; que todos a casarse y a inventar nuevos modelos de familia. Y así consiguieron que desaparecieran los conceptos de «padre» y «madre» del código civil y que los cambiaran por «progenitor A» y «progenitor B». Y todos fueron mucho más felices, igualitarios y progresistas.


¿Todos? No, todos no. Unos pocos católicos reaccionarios e integristas siguieron resistiendo, los muy fachas. Y nos negamos a aceptar como algo normal el matrimonio homosexual. Y nos negamos a aceptar que el aborto fuera un derecho de la mujer, en vez de un crimen espantoso. Y nos negamos a aceptar que el Estado se convirtiera en el educador moral de nuestros hijos; y nos negamos a tragar con asignaturas adoctrinadoras diseñadas especialmente contra los católicos: no contra los obispos, que estos no tienen hijos; sino contra los padres católicos que nos empeñamos en trasmitir la fe y los principios morales católicos a nuestros hijos.


Vivimos en una sociedad española que ha apostatado mayoritariamente. La mayoría de los españoles ya no son católicos: han renegado del Dios de sus padres, del Dios de Jesucristo y de la Iglesia y han adorado a los ídolos del bienestar y han querido construir el paraíso en este mundo porque ya no creen que haya otro. Ya no creen que haya cielo ni infierno ni juicio ni Dios, ni Cristo que lo fundó. La mayoría de los españoles sólo creen en sus barrigas: comamos y bebamos que mañana moriremos. Ya no hay pecados ni mandamientos ni arrepentimientos ni confesiones. Por eso todo el mundo roba lo que puede; por eso hay tanta corrupción; por eso hay tantos divorcios, tantos adulterios, tantos abortos; tantas familias sin empleo; tantos desahucios. Por eso se negocia y se pacta con terroristas: porque ya no hay vergüenza ni pudor a la hora de hacer el mal o de pactar con el mismísimo Satanás. Porque se elogia y se pregona el vicio, la corrupción, la pornografía, la pederastia… En una sociedad de apóstatas no resulta extraño que abunde cada vez más la pornografía infantil y la corrupción y los abusos a menores. En una España apóstata que desconoce la existencia de cualquier clase de código ético que sustente conceptos como «honor», «honradez» y «decencia», no tiene por qué llamarnos la atención ni por qué escandalizarnos que se maltrate a las mujeres, a los niños o a los ancianos; ni tiene por qué extrañarnos que se reclame el derecho a matar a discapacitados, enfermos o ancianos bajo el eufemismo (siempre hay un eufemismo) de «derecho a una muerte digna». Todo llegará.


Pero, «aunque todos los súbditos en los dominios del rey le obedez­can, apostatando de la religión de sus padres, y aunque prefieran cum­plir sus órdenes, yo, mis hijos y mis parientes viviremos según la alianza de nuestros padres. El cielo nos libre de abandonar la ley y nuestras costumbres. No obedeceremos las órdenes del rey, desviándonos de nuestra religión a derecha ni a izquierda». La cita, cuyo contenido hago mío, es del Libro de los Macabeos. Yo no estoy dispuesto a apostatar. Soy un caso perdido. No renuncio a la fe que me trasmitió mi abuela. No renuncio a la fe que edificó la iglesia de mi pueblo hace más de mil años: la iglesia más hermosa, más bella del mundo, la Iglesia de Santiago de Gobiendes, donde me bautizaron, donde hice mi primera comunión y mi primera confesión; donde me casé y junto a cuyos muros espero descansar algún día, cuando Dios me llame a su lado. Proclamo que mi único Rey verdadero es Cristo y que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Y además confieso que amo a mi madre del cielo, la Santísima Virgen María, mi queridísima Santina de Covadonga.
¿Se puede ser más oscurantista y cavernario? Lo confieso. Sí, soy un reaccionario y un integrista de extrema derecha: eso dicen los que saben de estas cosas de poner etiquetas y clasificar a las gentes. Lo dicen los tertulianos de radio y televisión. Y los columnistas progres y los editoriales de los periódicos más leídos. Los que vamos a misa los domingos y creemos en Dios y nos sentimos orgullosos de pertenecer a la Iglesia Católica somos todos unos fachas de extrema derecha, reaccionarios e integristas, porque decimos que el aborto es un crimen abominable y que el matrimonio es la unión indisoluble de un hombre y una mujer que se aman y quieren formar una familia y educar a los hijos que Dios les dé. Eso dicen los que saben y opinan sobre todo lo opinable… Sin embargo, el Papa Francisco parece ser que les gusta un montón a esos mismos medios de comunicación, columnistas y tertulianos porque, parece ser que va a cambiar no sé qué cosas… No entiendo nada. Pero sí: confieso que soy católico practicante.

Pedro Luis Llera Vázquez

http://www.infocatolica.com/?t=opinion&cod=19573