viernes, 29 de abril de 2016

OBISPO ATHANASIUS SCHNEIDER: "LA MIGRACIÓN MUSULMANA ES PLANIFICADA Y PROGRAMADA ARTIFICIALMENTE"

El periodista Fülep le hizo una pregunta a Mons. Schneider:

El Sr. Fülep pregunta: ¿Cuál es su propio punto de vista sobre la crisis de la migración en Europa? ¿Cuál es la buena actitud católica a ella?

Mons Schneider responde: Esto es más o menos una cuestión política. No es la primera tarea de los obispos el hacer declaraciones políticas. Pero como una persona privada, no como un obispo, yo diría que la llamada “migración” es planificada y programada artificialmente, incluso se puede hablar de una especie de invasión. Algunas potencias políticas mundiales la han preparado hace añoscreando confusión y guerras en el Medio Oriente “ayudando” a estos terroristas o no oponiéndose a ellos oficialmente, por lo que – de una manera – contribuyeron a esta crisis. La transferencia de dicha masa de personas, que son predominantemente musulmanes y que pertenecen a una cultura muy diferente, al corazón de Europa es problemática. Por lo tanto hay un conflicto programado en Europa y la vida civil y política se desestabiliza. Esto debe ser evidente para todo el mundo.


lunes, 25 de abril de 2016

ENTREVISTA AL TEÓLOGO MANUEL CARREIRA: "EL ISLAM ES LA PEOR PESTE QUE LE HA OCURRIDO A LA HUMANIDAD"

El jesuita Manuel Carreira, conocido por su carrera como astrofísico, filósofo y teólogo, ha concedido una entrevista a El Español en la que aborda algunos temas de actualidad como la crisis migratoria, la relación de Occidente con el Islam o la relación entre la Iglesia y el Estado.
“El catolicismo es un elemento clave en la evolución del país”, recuerda el filósofo mientras argumenta que la sociedad española no puede prescindir del elemento religioso. Admite, eso sí, que se existe una secularización creciente que “hasta cierto punto es deseable” porque la fe no puede ser un elemento político, pero el Estado debe velar por proteger el bien público de las creencias.En esta entrevista, Carreira sostiene que “el Estado no es quién para imponer un modo de pensar la religión” ni cómo se debe actuar en el ámbito religioso, al tiempo que debe tener en cuenta que la ética de los países occidentales tiene una base cristiana.
Sin embargo, Carreira también advierte del peligro que las costumbres de religiones como el Islam tienen para los estados occidentales. “Yo diría que el Islam es la peor peste que le ha ocurrido a la humanidad en los últimos 2.000 años”, asegura al tiempo que destaca que esta religión “es totalmente incapaz de establecerse dentro del mundo con respeto a los Derechos Humanos”.
Carreira sostiene que los musulmanes no quieren respetar los derechos humanos y la tradición occidental: “O acepta uno su modo de pensar o es un infiel y hay que asesinarlo”. “No sé de ninguna contribución positiva del islam al modo de estructurar una sociedad moderna, en la que se respeten los derechos de todos, tal vez sea ignorancia mía”, añade.
Este sacerdote pone en evidencia, asimismo, la falta de realismo del sueño multiculturalista: “No me parece plausible decir que un estado islámico es coherente con los derechos de una nación de Europa”. Además, Carreira aboga por proteger la libertad religiosa de todas las creencias “siempre que no vaya en contra del bien público”.
Respecto a la historia de la religión islámica, este filósofo y teólogo defiende que “el islam nació como un cristianismo descafeinado porque quitaban lo que no entendían: no se habla de la trinidad, o de la encarnación simplemente porque no lo entendían”. En opinión de Carreira, el islam es “una especie de cristianismo reducido a lo mínimo” que carece de “teología propia” y que consiste en un “modo de pensar muy elemental que les sirve para andar por casa”.
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miércoles, 20 de abril de 2016

"LA CARIDAD LOCA" POR JUAN MANUEL DE PRADA

Nos advertía Chesterton que el mundo moderno está invadido por las viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas. ¿Y cómo se vuelven locas las virtudes? Se vuelven locas cuando son aisladas unas de otras. Así, por ejemplo, la caridad cristiana se convierte en una virtud loca cuando se separa de la verdad; o, dicho más gráficamente, cuando las obras de misericordia corporales se anteponen a las obras de misericordia espirituales. Sobre este peligro ya nos alertaba Donoso Cortés, quien profetizó que una Iglesia que se conformarse con atender las necesidades corporales de los pobres acabaría siendo un instrumento al servicio del mundo, que a la vez que presume de procurar bienestar a sus súbditos se preocupa fundamentalmente de destruir sus almas. Una Iglesia que se desviviera por las necesidades materiales de los hombres (dándoles alimento o asilo, por ejemplo) y se despreocupara de asegurar la salvación de sus almas inmortales habría dejado de ser Iglesia, para convertirse en instrumento del mundo, que por supuesto aplaudiría a rabiar este activismo desnortado.

Para entender gráficamente los efectos de esta caridad loca que aplaude el mundo conviene recurrir, antes que a ciertos teólogos meapilas (que nos ofrecerán una versión almibarada de la caridad por completo ajena al sentido último de esta virtud teologal), a la película "Viridiana", del comecuras Luis Buñuel, pues los comecuras son a su pesar mejores teólogos que los meapilas. En la película de Buñuel, la protagonista –sintiéndose culpable de la muerte de su tío-- renuncia a ser monja de clausura y, en su lugar, decide acoger en su casa a un grupo de mendigos y vagabundos, a quienes brinda refugio y alimento (obras de misericordia corporales), descuidando la salvación de sus almas (obras de misericordia espirituales, que tal vez hubiese asegurado mucho más eficazmente con su oración, en el convento de clausura). Inevitablemente, los mendigos y vagabundos fingirán farisaicamente que la caridad loca y activista de la mentecata Viridiana los ha hecho buenecitos, pero en cuanto se les ofrezca la oportunidad, agredirán y robarán a su benefactora; y, a la vez que perpetran diversos vandalismos, se encargarán también de burlarse sacrílegamente de su fe, improvisando una cena orgiástica en la que parodian la Última Cena. Que es lo mínimo que se merece quien hace de la caridad un activismo desnortado, metiendo al enemigo en casa. Y eso que Viridiana, en su cultivo de una caridad loca, ni siquiera incorpora el pecado del exhibicionismo, que hoy es el aderezo preferido de la caridad loca. Exhibicionismo que se realiza ante las cámaras, en estremecedora y sacrílega burla de lo que Cristo predicó en el Sermón de la Montaña: “Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de los hombres para que os vean”; “Cuando des limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”, etcétera. Y es que toda la predicación de Jesús es un combate sin tregua contra la ostentación de las virtudes (que, cuando se ostentan, dejan de ser tales) y contra aquellos que han hecho de su ostentación farisaica un modus vivendi.

La auténtica caridad cristiana mira primero por la salvación del alma del necesitado; y una vez asegurada ésta, atiende sus necesidades corporales. Es lo que hace San Pablo con Onésimo, el esclavo pagano al que primero se encarga de convertir al cristianismo y bautizar; y al que, una vez asegurada la salvación de su alma, envía a Filemón, para que lo acoja en su casa. Invertir este proceso (o postergar sine die lo que San Pablo se preocupó de hacer en primer lugar y sin dilación) es caridad loca que, por supuesto, el mundo aplaudirá a rabiar.

lunes, 18 de abril de 2016

¿ES FRANCISCO EL PAPA DE LAS PROFECÍAS?

“Vi en una ciudad, una reunión de eclesiásticos, de laicos y de mujeres, los cuales estaban sentados juntos, comiendo y haciendo bromas frívolas, y por encima de ellos una nube oscura que desembocaba en una planicie sumergida en las tinieblas.En medio de esta niebla, vi a Satán sentado bajo una forma horrible y, alrededor de él, tantos acompañantes como personas había en la reunión que ocurría debajo. Todos estos malos espíritus estaban continuamente en movimiento y ocupados en empujar al mal a esta reunión de personas. Ellos les hablaban a la oreja y actuaban sobre ellos de todas las maneras posibles. Estas personas estaban en un estado de excitación sensual muy peligroso y ocupado en conversaciones ociosas y provocantes.Los eclesiásticos eran de esos que tienen como principio: «Hay que vivir y dejar vivir. En nuestra época no hay que estar aparte ni ser un misántropo: hay que alegrarse con los que se alegran». Profecias de la Beata Anna Catalina Emmerick



"Vi también en Alemania a eclesiásticos mundanos y protestantes iluminados manifestar deseos y formar un plan para la fusión de las confesiones religiosas y para la supresión de la autoridad papal. ¡… y este plan tenía, en Roma misma, a sus promotores entre los prelados! Ellos construían una gran iglesia, extraña y extravagante; todo el mundo tenía que entrar en ella para unirse y poseer allí los mismos derechos; evangélicos, católicos, sectas de todo tipo: lo que debía ser una verdadera comunión de los profanos donde no habría más que un pastor y un rebaño. Tenía que haber también un Papa pero que no poseyera nada y fuera asalariado. Todo estaba preparado de antemano y muchas cosas estaban ya hechas: pero en el lugar del altar, no había más que desolación y abominación". Profecias de la Beata Anna Catalina Emmerick.




“El sacramento del matrimonio, el que representa la unión de Cristo con la Iglesia, será atacado y profanado en toda la extensión de la palabra… [se aprobarán] inicuas leyes procurando extinguirlo, facilitando a todos vivir mal y propagándose la generación de hijos mal nacidos y sin la bendición de la Iglesia, irá decayendo rápidamente el espíritu cristiano.  Apagándose la luz preciosa de la fe hasta llegar a casi una total y general corrupción de costumbres; esto, unido con la educación laica, será motivo de escasear las vocaciones sacerdotales y religiosas”.
“Tiempos funestos sobrevendrán, en los cuales… aquellos que deberían defender en justicia los derechos de la Iglesia, sin temor servil ni respeto humano, darán la mano a los enemigos de la Iglesia para hacer lo que éstos quieran. Casi no se encontrará inocencia en los niños ni pudor en las mujeres, y en esta suprema necesidad de la Iglesia, callará quien a tiempo debió hablar”. Revelaciones de Ntra Señora del Buen Suceso.

jueves, 14 de abril de 2016

"...Y LLEGUEN AL CONOCIMIENTO PLENO DE LA VERDAD" POR EL PADRE JOSÉ LUIS ABERASTURI

La cita de san Pablo en su carta a Timoteo es un poquito más larga; dice así. Dios, nuestro Salvador… quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad  (1 Tm 2, 3-4). 
Tal cual, la recoge el Catecismo de la Iglesia Católica en su Prólogo. Y a esta misma cita se remite la const. Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia, del Concilio Vaticano II. Esta constitución añade inmediatamente que, precisamente para esto -para salvarnos, pues estábamos condenados irremisiblemente; y para conocer no solo el camino de salvación sino al mismo Salvador, la verdad plena sobre Dios y sobre nosotros mismos- envió Dios Padre a su Hijo -el Rostro visible del Dios invisible-, que se Encarnó, y padeció por nosotros Pasión y Muerte de Cruz. El mismo que ha resucitado y que estará con nosotros hasta el fin del mundo.
Por esto, y solo por esto, la Iglesia Católica se presenta ante el mundo -ante los hombres- con el certificado de AUTENTICIDAD DE ORIGEN, y con el primado y el resello de la VERDADla Iglesia Católica es la única verdadera -la única que contiene en plenitud la Palabra de Dios y los Sacramentos; la única que puede atar y desatar-, y la que tiene como misión divina custodiar, transmitir y enseñar la verdad plena. De aquí -de Cristo- saca “lo nuevo y lo viejo", hasta el final de los tiempos.
Ciertamente la Iglesia no sería la Iglesia si permaneciese inamovible; si pretendiese ser una estructura pétrea y petrificadaTiene, sí, un fundamento pétreo -la “piedra angular"- que es Cristo, y su Vicecristo en la tierra, el Papa. Pero la Iglesia está contnuamente en camino; está moviéndose, está con el corazón y los ojos puestos de continuo en su hijos. se desvive por ellos, por su salvación, por su bienestar, por su felicidad terrena y eterna. Por esto, ni la teología, ni la moral, ni la pastoral son inamovibles, en el sentido de que estén ACABADAS, terminadas: que ya no haya nada “nuevo” que decir, que enseñar, o que hacer.
Porque el Amor es muy agudo, porque el Amor sabe de soluciones, detecta los problemas con vista larga -los santos tienen la vista muy larga; no digamos el Espíritu Santo-, y provee los remedios oportunos. Y todo lo hace con una fidelidad exquisita en orden al querer de Dios: que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.
Por contra, la Iglesia ni se ha sentido nunca -ni se siente tampoco ahora-autorizada a hacer algo distinto a lo que ha hecho y mandado hacer Jesucristo, su Fundador. Ni a orillar, negar y contradecir la Palabra de Dios. Ni a desfigurar, suplantar y aguar los Sacramentos. Y siempre ha sabido “calificar” como heréticos todos los intentos que, aún saliendo de dentro de la misma Iglesia, han ido en esa dirección.
Todos los que han pretendido hacer algo de esto se han salido de la Iglesia Católica: no son la Iglesia, han perdido la autenticidad de origen y el resello de la verdadSon lo que son: “separados”; iglesias “secundum quid", “iglesitas” en el mejor de los casos: siendo acebuche, y habiendo sido injertados en Cristo -como explica gráfica y vívidamente san Pablo-, se han desagajado y han tornado a ser acebuches.
La inquietud más terrible que la exhortación “Amoris laetitia” pone en el alma es precisamente esta: que se pierda esta FIDELIDAD, que se desprecie nuevamente “la piedra angular"; y, de este modo, “se esfuercen en vano los arquitectos".Con el dolor sobreañadido de las almas que se pudieran perder: no es un temor vano, pues la descristianización en el mundillo oocidental es tan patente y llamativa que negarla es vivir de espaldas a la realidad y, por tanto, es una actitud de autodestrucción a corto, medio o largo plazo.Pero autodestrucción.
Porque la tal exhortación apostólica -que, por cierto, el cardenal Burke ya se ha encargado de decir que no es magisterio o magisterial, sino una opinión del Papa sobre una serie de temas: que no ha pretendido dar una enseñanza para toda la Iglesia, etc.-,junto a algunas frases afortunadas -pocas-, y junto a unas cuantas descripciones -también afortunadas y también pocas-, se ha metido en unos berenjenales de mucho cuidado.
El lenguaje es vistoso, sí; pero es tan duramente descalificador con los más de 2000 de Iglesia  -de Magisterio, de Tradición, de Pastoral-…, que da vergüenza ajena. Utiliza unos términos tan meticulosamente metidos para socavar la seguridad de la Fe, a la vez que, practicamente, “confirma” las “situaciones objetivas de pecado grave” como lo normal que se lleva ahora -¡que se le va a hacer!…, que, como mínimo, desconcierta a todos, inquieta a no pocos, y descorazona a sus hijos más fieles. Niega la realidad de la santidad a la que el Señor nos llama -"santidad” es el nombre de la vida cristiana", escribirá el papa Bendicto XVI- tildándola de “ideal", como sinónimo de “irreal” e “irrealizable"…, que desmiente y descarrila los esfuerzos de san Juan Pablo II y del papa emérito Benedicto XVI por que nos quedase meriadianamente clara la vocación de los hijos de Dios en su Iglesia. Finalmente, cada vez que manifesta con nitidez una verdad doctrinal y antropológica de impecable definición y de perfecta perspectiva, dos párrafos más adelante lo echa todo a perder, por lo que señalaba anteriormente.
Si a esto le añades de dónde le vienen las loas y de dónde las inquietudes; si le añades los comentarios de la Revista oficial de los Jesuitas en Roma, con su director a la cabeza -Antonio-que no escribe una línea sin que el Papa lo vea y lo apruebe, echando las campanas al vuelo por la comunión a los católicos divorciados y recasados -algunas lenguas llegan a decir que el tal Antonio ha redactado la exhortación que luego el Papa ha repasado y puesto en circulación…, la conclusión es terrorífica.
Hay que rezar fuerte, fuerte. Porque vienen tiempos “muy buenos” para el que quiera ser fiel, porque los tiempos van a ser -lo están siendo- muy malos.
José Luis Aberasturi
http://infocatolica.com/blog/nonmeavoluntas.php/1604130947-y-lleguen-al-conocimiento-ple-4

lunes, 11 de abril de 2016

"LA EXHORTACION POSTSINODAL AMORIS LAETITIA: PRIMERAS REFLEXIONES SOBRE UN DOCUMENTO CATASTRÓFICO" POR ROBERTO DE MATTEI

Con la exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, publicada el 8 de abril en curso, el papa Francisco se ha pronunciado oficialmente sobre problemas de moral conyugal que vienen debatiéndose desde hace dos años.
En el consistorio del 20 al 21 de febrero de 2014, Francisco había confiado al cardenal Kasper la misión de introducir el debate sobre este tema. La tesis de Kasper, según la cual la Iglesia debe cambiar su praxis matrimonial, fue el tema central de los sínodos sobre la familia celebrados en 2014 y 2015, y constituye el núcleo de la exhortación del papa Francisco.
Durante estos dos últimos años, ilustres cardenales, obispos, teólogos y filósofos han tomado parte en el debate para demostrar que entre la doctrina y la praxis de la Iglesia tiene que haber una íntima coherencia. La pastoral se funda precisamente en la doctrina dogmática y moral. «¡No puede haber una pastoral en desacuerdo con las verdades y la moral de la Iglesia, en conflicto con sus leyes y que no esté orientada a alcanzar el idea de la vida cristiana!», declaró el cardenal Velasio de Paolis en su alocución al Tribunal Eclesiástico de Umbría el 27 de marzo de 2014. Para el cardenal Sarah, la idea de separar el Magisterio de la praxis pastoral, que podría evolucionar según las circunstancias, modos y pasiones, «es una forma de herejía, una peligrosa patología esquizofrénica» (La Stampa, 24 de febrero de 2015).
En las semanas que han precedido a la publicación del documento se han multiplicado las intervenciones públicas de purpurados y obispos ante el Sumo Pontífice con miras a evitar la publicación de un texto plagado de errores, tomados de las numerosísimas enmiendas al borrador propuestas por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Francisco no se ha echado para atrás. Al contrario, parece que encargó el texto definitivo de la exhortación, o al menos algunos de los pasajes clave, a teólogos de su confianza que han intentado reinterpretar a Santo Tomás a la luz de la dialéctica hegeliana. El resultado es un texto que no es ambiguo, sino claro, en su indeterminación. La teología de la praxis excluye de hecho toda afirmación doctrinal, dejando que sea la historia la que trace las líneas de la conducta en los actos humanos. Por esta razón, como afirma Francisco, «puede comprenderse» que, en el tema crucial de los divorciados vueltos a casar, «(…) no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónico, aplicable a todos los casos» (§300). Si se tiene la convicción de que los cristianos no deben ajustar su comportamiento a principios absolutos, sino estar atentos a «signos de los tiempos», sería contradictorio formular cualquier clase de reglas.
Todos esperaban la respuesta a una pregunta de fondo: los que, tras un primer matrimonio vuelven a contraer matrimonio por la vía civil, ¿pueden recibir el sacramento de la Eucaristía? A esta pregunta, la Iglesia siempre ha respondido con un no rotundo. Los divorciados vueltos a casar no pueden recibir la comunión, porque su condición contradice objetivamente la verdad natural y cristiana sobre el matrimonio que se representa y actualiza en la Eucaristía (Familiaris consortio, § 84).
La exhortación postsinodal responde lo contrario: en líneas generales no, pero  «en ciertos casos» sí (§305, nota 351). Los divorciados vueltos a casar deben ser «integrados» en vez de excluidos (§299). Su integración «puede expresarse en diferentes servicios eclesiales: es necesario, por ello, discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas» (§ 299), sin excluir la disciplina sacramental (§ 336).
En realidad, se trata de lo siguiente:  la prohibición de recibir la comunión ya no es absoluta para los divorciados vueltos a casar. Por regla general, el Papa no los autoriza a recibirla, pero tampoco se lo prohíbe. «Esto –había destacado el cardenal Caffarra refutando a Kasper– afecta la doctrina. Inevitablemente. Se puede incluso decir que no lo hace, pero lo hace. Es más, se introduce una costumbre que a la larga inculca en el pueblo, sea o no cristiano, que no existe matrimonio totalmente indisoluble. Y esto desde luego se opone a la voluntad del Señor. No cabe la menor duda» (Entrevista en Il Foglio, 15 de marzo de 2014).
Para la teología de la praxis no importan las reglas sino los casos concretos. Y lo que no es posible en lo abstracto, es posible en lo concreto. Pero como acertadamente señaló el cardenal Burke, «si la Iglesia permitiera (aun en un solo caso) que una persona en situación irregular recibiese los sacramentos, eso significaría que, o bien el matrimonio no es indisoluble y por tanto la persona en cuestión no vive en estado de adulterio, o que la santa comunión no es el cuerpo y la sangre de Cristo, que por el contrario requieren la recta disposición de la persona, o sea el arrepentimiento del pecado grave y la firme resolución de no volver a pecar» (Entrevista de Alessandro Gnocchi en Il Foglio, 14 de octubre de 2014).
No sólo eso: la excepción está destinada a convertirse en una regla, porque el criterio para recibir la comunión lo deja Amoris laetitia al «discernimiento personal». El discernimiento se logra mediante «la conversación con el sacerdote, en el fuero interno» (§300), «caso por caso». ¿Y quién será el pastor de almas que se atreva a prohibir que se reciba la Eucaristìa, si «el mismo Evangelio nos reclama que no juzguemos ni condenemos» (§308) y es necesario «integrar a todos» (§297), y «valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio» (§292)? Los pastores que quisieran invocar los mandamientos de la Iglesia correrían el riesgo de actuar, según la exhortación, «como controladores de la gracia y no como facilitadores» (§310). «Por ello, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones irregulares, como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personasEs el caso de los corazones cerrados, que suelen esconderse aun detrás de de las enseñanzas de la Iglesia “para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas”» (§305).
Este lenguaje inédito, más duro que la dureza de corazón que recrimina a los «controladores de la gracia», es el rasgo distintivo de Amoris laetitia, que, no es ninguna casualidad, fue calificada por el cardenal Schöborn en la conferencia de prensa del pasado 8 de abril de «un evento lingüístico». «Lo que más me alegra de este documento -declaró el cardenal de Viena- es que supera de forma coherente la artificial división externa que distinguía entre regular e irregular». El lenguaje, como siempre, expresa un contenido. Las situaciones que la exhortación postsinodal define como «llamadas irregulares» son el adulterio público y la convivencia extramatrimonial. Para Amoris laetitia, éstas realizan el ideal del matrimonio cristiano, «de modo parcial y análogo» (§292). «A causa de los condicionamientos o de factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado -que no sea subjetivamente culpable o no lo sea de modo pleno- se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia» (§305), «en ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos» (nota 351).
Según la moral católica, las circunstancias, que constituyen el contexto en el que desarrolla la acción, no pueden modificar la cualidad moral de los actos haciendo buena y justa una acción intrínsecamente mala. Pero la doctrina de los absolutos morales y del mal intrínseco queda anulada por Amoris laetitia, que se acomoda a la “nueva moral” condenada por Pío XII en numerosos documentos y por Juan Pablo II enVeritatis splendor. La moral situacionista deja a la merced de las circunstancias y, en últimas, a la conciencia subjetiva del hombre, determinar qué está bien y qué está mal. Así, una unión sexual extraconyugal no se considera intrínsecamente ilícita, sino que, en tanto que acto de amor, se valora en función de las circunstancias. Dicho de un modo más general, no existe el mal en sí como tampoco pecados graves ni mortales. Equiparar a personas en estado de gracia (situaciones regulares) con personas en situación de pecado permanente (situaciones irregulares) es algo más que una cuestión lingüística: diríase que está en conformidad con la teoría luterana del hombre que es a la vez justo y pecador, condenada por el Decreto sobre la justificación en el Concilio de Trento (Denz-H, nn. 1551-1583).
La exhortación postsinodal Amoris laetitia es mucho peor que la exposición del cardenal Kasper, contra la que se han dirigido tantas y tan justas críticas en libros, artículos y entrevistas. Monseñor Kasper se limitó a plantear algunas preguntas;Amoris laetitia presenta la respuesta: abre puertas a los divorciados vueltos a casar, canoniza la moral situacionista y pone en marcha un proceso de normalización de todas las convivencias extramaritales.
Teniendo en cuenta que el nuevo documento pertenece al Magisterio ordinario no infalible, es de esperar que sea objeto de un análisis crítico profundo por parte de teólogos y pastores de la Iglesia, sin engañarse pensando que pueda aplicársele lahermenéutica de la continuidad.
Si el texto es catastrófico, más catastrófico es que lo haya firmado el Vicario de Cristo. Ahora bien, para quien ama a Cristo y a su Iglesia, es una buena razón para hablar y no quedarse callado. Hagamos nuestras, pues, las palabras de un valiente mitrado, monseñor Atanasio Schneider: «¡Non possumus! Yo no voy a aceptar un discurso ofuscado ni una puerta falsa, hábilmente ocultada para la profanación del sacramento del Matrimonio y de la Eucaristía. Del mismo modo, no voy aceptar una burla del sexto mandamiento de la Ley de Dios. Prefiero ser ridiculizado y perseguido en lugar de aceptar textos ambiguos y métodos insinceros. Prefiero la cristalina “imagen de Cristo, la Verdad, a la imagen del zorro adornado con piedras preciosas” (S. Ireneo), porque “yo sé a Quién he creído”, “scio cui credidi”» (II Tm 1, 12)» (Rorate Coeli, 2 de noviembre de 2015).
Roberto De Mattei
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