sábado, 15 de abril de 2017

lunes, 10 de abril de 2017

TRES EXPLICACIONES POSIBLES PARA LA TRAICION SIRIA DE DONALD TRUMP


“Una vez más, a nuestro muy insensato líder, no ataque Siria. Si lo hace pasarán muchas cosas malas y de ese combate Estados Unidos no sacará nada”.


Señores, es la guerra. No ha estallado aún, pero ya redoblan los tambores y el ultimátum está enviado.

No, no me refiero a la guerra en Siria, aunque ese es sin duda el ‘casus belli’, sino a la que están dispuestos a librar contra su propio líder los ‘trumpistas’ del núcleo duro, los que más hicieron por llevarle a la Casa Blanca, si el presidente, en contra de todas sus promesas, vuelve a implicar al país en una nueva guerra, con una nueva versión de la leyenda de las “armas de destrucción masiva” como débil excusa.

En cuanto a la excusa en sí, no daré muchos rodeos: quien crea que a un Asad victorioso, que ve al fin la luz al final del túnel de una atroz guerra civil, fresco con la reconquista de la segunda ciudad del país y solo un par de días después de que su principal escollo, el presidente americano, dijera al fin que su permanencia en el poder no es un obstáculo para la paz en el país, le diera la ventolera de usar unas armas químicas que, según los inspectores americanos y de la ONU, no tiene, para matar una treintena de niños fotogénicos en Idlib, en vísperas de una conferencia crucial para su futuro y con el mundo vigilando cada uno de sus pasos, que se lo haga ver.

Por una vez, la propaganda de los medios ‘de prestigio’ no está funcionando en un sector enorme del público -y esto es solo una impresión personal; quizá en redes sociales solo estén los escépticos- mientras que sí, aparentemente, en quien ha calificado a los periodistas de los “tipos más mentirosos que hay” y ha tachado sus informaciones diarias de ‘fake news’.

Como esto resulta poco creíble, solo caben tres opciones, que detallaré más adelante. Ahora me interesa más reseñar que la respuesta inmediata, en bloque y diáfana de los más activos y tenaces partidarios del presidente a lo largo de toda su campaña y hasta ayer mismo, ha sido una condena unívoca al inesperado belicismo del presidente.

Admito que me ha sorprendido. Sus más fieles han salido a la palestra, unos para implorarle que no se deje engañar por los neoconservadores; los más, para anunciar que retirarán todo su apoyo al presidente si sigue adelante con el amagado plan de intentar derrocar a Asad, entrando en colisión directa con Moscú, aliado de Damasco, y dejando el país en manos de Al Qaeda y otros grupos de similar cariz.

Algo así esperaba de muchos de ellos, los chicos de la ‘derecha alternativa’ más rígida. Pero no, no solo: al carro se suman muchos otros partidarios menos comprometidos y extremos, la llamada ‘Alt Lite’, que le han pasado sin apenas protestas que abarrotara sus cuadros directivos de hombres de Goldman Sachs, dejaron que olvidara su proyecto de eliminar los privilegios de los grupos LGTB por interseción de su hija Ivanka y pasaron por alto que mantuviera las sanciones contra Rusia. Aceptaron pacientemente su incapacidad de acabar con el Obamacare e incluso tienen ingeniosas explicaciones para el apartamiento de Bannon del Consejo de Seguridad Nacional.

Pero han marcado claramente su línea roja en la arena: Siria. No más guerras imperiales en Oriente Medio con excusas sentimentales, menos aún una con un pretexto tan poco creíble, que favorece al islamismo radical y que pone a América en curso de colisión con Rusia.




 

Tres botones de muestra:

Richard Spencer, creador de la expresión ‘derecha alternativa’, en Twitter: “Si Trump nos lleva a la guerra con Siria, he terminado con él. Una guerra siria sería una iniciativa totalmente innecesaria que demostraría que Trump no tiene el control”.

Mike Cernovic, el periodista independiente que destapó el escándalo de Susan Rice y las escuchas al entorno de Trump: “Presidente, no apoyaremos una guerra con Siria. Si está dejando manipular por los traficantes de guerras”.

Paul Joseph Watson, uno de los videoblogueros proTrump más activos y con más éxito del último año: “Querido @RealDonaldTrump: le están manipulando con el mismo montaje que prepararon en 2013. No al cambio de régimen en Siria”.

Hay cientos, dispuestos a retirar su apoyo al presidente si traiciona de forma tan clara su programa. La pregunta es, ¿cómo ha sido posible este cambio radical? Con una popularidad rondando el 35% -según Gallup, ya sé que hay que cogerla con pinzas- y todos los medios, Hollywood y las universidades violentamente en contra -incluyendo un Soros que ha ‘prometido’ públicamente que derribará a Trump-, ¿cómo se arriesga el presidente a perder el apoyo de sus únicos aliados leales?

Solo se me ocurren tres opciones.

La primera es que lo que todos veíamos casi imposible, que un solo hombre con el mero apoyo de las masas pudiera enfrentarse a un poderosísimo establishment, ha resultado, al final, realmente imposible, o sea, no ha podido ser. La lucha de Trump con las élites política, financiera, mediática y cultural ha terminado con la esperable derrota del presidente.

El Estado profundo ha vencido, y el momento de mostrar su victoria es este, y de una forma especialmente patente por lo poco creíble del asunto, incluso por la prisa obscena con que los que se saben vencedores le están empujando a que precipite un ataque demencial.

De ser cierta esta tesis, la victoria clave hubiera llegado con la dimisión del anterior director del Consejo Nacional de Defensa, el efímero Michael Flynn, la primera presa que se cobraron los enemigos de Trump. La caída de Flynn habría sido, no lo que los partidarios de Trump quisieron ver, sino exactamente lo que parecía y lo que celebraban los medios: la prueba de que Trump no era invencible.

¿Qué viene ahora, aparte del acostumbrado desastre bélico jalonado de dudosas victorias?

Las élites respirarán aliviadas, aunque con disimulo: es esencial que parezca que Trump sigue siendo el ‘coco’, o todo el tenderete se vendrá abajo. A las bolsas les gusta Trump, y el optimismo económico que ha despertado su llegada no viene mal a nadie. Se le animará para que siga con los recortes de impuestos y la desregulación, y en lo demás se le permitirá que mantenga la retórica del ‘Hire American, Buy American’ y del muro y todo lo demás mientras sea de mentirijillas. No hay el menor riesgo de que Trump “drene la ciénaga” ahora. Pueden dormir tranquilos.

China se frotará las manos viendo al gigante americano desangrarse y endeudarse en guerras interminables e inganables que, además, no le dejarán tiempo para frenar los avances de Pekín en el Mar de China. Rusia sonreirá tristemente y tratará de que el desastre se mantenga dentro de ciertos límites, pero el soñado acercamiento de los dos países habrá que tirarlo a la basura.

La UE descorchará el champagne. Ya no hay motivo para temer al terrible Mr Trump, aunque sí lo seguirá habiendo para continuar las burlas contra él, un león desdentado. Su influencia en el crecimiento del soberanismo en el Viejo Continente sería despreciable.

Y luego están los millones de ‘deplorables’, que quedan otra vez huérfanos y doblemente desengañados. A estos solo les queda el consuelo -cierto, por otra parte- de que hubiera sido peor que ganara Hillary Clinton.

La segunda opción es que Trump haya sido siempre un fraude, un oportunista, lo que muchísimos le acusaron de ser durante la campaña, un hombre que se valió de un mensaje con una demanda desantendida para llegar a la Casa Blanca pero que nunca, realmente, pensó en aplicar las radicales medidas que anunciara. Las consecuencias prácticas serían las mismas, aunque la ira de los deplorables sería mucho mayor.

Y vayamos a la tercera opción: Trump está volviendo a hacerle el juego a sus enemigos. Les está dando un poco de lo que quieren, está planteando la guerra de Siria para medir la opinión pública y para que sus enemigos -y los más belicistas de sus colaboradores- vean hasta qué punto está el pueblo americano de estas guerras contraproducentes, remotas y sin sentido. Además, nadie podrá insistir en la trama rusa, porque no tendría sentido ayudar a ganar a un presidente dispuesto a entrar en conflicto con Moscú en Siria.

Hay algunos, débiles indicios de que este pudiera ser el caso. Al juzgar que Asad podía permanecer en el poder y, tras solo una acusación a instancia de parte y unas fotos, y a la espera de una investigación, cambiar radicalmente de idea transmite la impresión de ser un hombre flexible, abierto a los cambios de opinión.

Pero que levante la mano quien realmente crea que Trump cambia de opinión fácilmente. Al contrario, se ha mantenido en sus trece en cuestiones que ningún otro se atrevería a tocar, contra viento y marea.

No, un cambio así casa mal con su carácter. Pero, ¿cuál podría ser su plan, entonces? ¿Qué interés podría tener en esas declaraciones incendiarias que ponen al mundo listo para la guerra en Siria?

Exactamente eso, que todo el mundo crea que Estados Unidos entrará en guerra de modo inminente. La idea es que todos los grupos hostiles se confíen y, sobre todo, caigan en la inacción; que los grupos yijadistas abandonen proyectos disparatados y ataques suicidas, convencidos de que los estúpidos yanquis les harán el trabajo de quitarse a Asad de en medio; que los países como Arabia Saudí, Turquía o Israel no se impacienten y tengan la idea de ocuparse personalmente del asunto; que los ‘halcones’ de Washington se relajen y dejen de complotar contra él y de idear nuevas formas de derrocarle, y que esos medios narcisistas crean haber forzado a Trump a ver la cosas a su manera y rebajen el volumen de sus aullidos unos pocos decibelios.

Mientras, se insistirá en que el ataque ha sido terrible, inhumano, incalificable, indescriptible, subiendo la tensión emocional hasta que, oh, aparezcan pruebas de que, después de todo, el responsable de un acto tan deleznable no ha sido Asad, sino tal o cual grupo yijadista con la colaboración de algún país molesto del entorno y, probablemente, la connivencia de alguna agencia de inteligencia norteamericana.

Entonces ya nadie podrá decir que no era para tanto, y Trump podrá actuar absolutamente a su antojo.

Bueno, es una posibilidad, ¿no? Porque la alternativa es la Administración de un presidente que apenas cuente con el apoyo de nadie.

Ah, por cierto: el tuit que encabeza este texto es de 2013, de un tal Donald Trump.


https://laeratrump.com/era-trump/tres-explicaciones-posibles-la-traicion-siria-donald-trump-20170406-1914