Antonio Pérez Omister
Mientras la economía española se desmorona, el presunto presidente del Gobierno se entretiene en demostrarnos que no pinta nada en Europa. Algo que muchos ya sabíamos de antemano.
Existe una relación directa entre los 5 millones de parados que hay en España y los 5 millones de inmigrantes que viven en nuestro país.
Existe una relación directa entre los 5 millones de parados que hay en España y los 5 millones de inmigrantes que viven en nuestro país.
El fenómeno de la inmigración ilegal, no es espontáneo, ha sido perfectamente orquestado desde la Unión Europea siguiendo unos criterios mercantilistas, al tiempo que se persiguen unos objetivos políticos perfectamente definidos: acabar con España como Nación libre y soberana. Nuestro país será una “región” de la Unión Europea; un mosaico multicultural que favorezca la asimilación de un sentimiento tercermundista por parte de los españoles, al tiempo que magrebíes, asiáticos y africanos serán considerados “europeos” de pleno derecho. De ahí que China, una repugnante dictadura socialista, pueda comerciar con la UE sin ningún tipo de traba arancelaria, o que los marroquíes desembarquen en las costas andaluzas exigiendo unos derechos y beneficios sociales de los que no disfrutan en su propio país, gobernado por un sátrapa impresentable que no ha mostrado el menor respeto por los derechos humanos y que jamás se ha preocupado por el bienestar de su pueblo.
Pantomimas como la de la “presidencia de turno de la UE” sólo sirven para distraer la atención de un electorado que podría llegar a preguntarse de qué sirve votar en las elecciones generales en España, si quienes realmente mandan están en Bruselas. Minada desde dentro por los nacionalismos tribales y desde fuera por las opacas instituciones europeas, ¿dónde queda la soberanía del Pueblo Español? ¿Por qué vale más el voto de un francés, un alemán o un británico que el de un español? ¿Por qué pueden vetar esos países decisiones adoptadas por el resto de países miembros de la UE?Los españoles somos “ciudadanos de segunda” dentro de la Unión Europea. Muy pronto, incluso la asiática y musulmana Turquía, tendrá más peso político que España en la UE. Marruecos ya lo tiene sin pertenecer siquiera a la Unión.España no puede “importar” toda la miseria del resto del mundo. De hacerlo, supondría el fin de nuestra Nación como país desarrollado. No se nos puede imponer una falsa “solidaridad” para con los inmigrantes a costa de renunciar a nuestros ya escasos derechos y beneficios sociales. Para mantener esas “ayudas” a los extranjeros, los españoles deberemos renunciar a una Sanidad Pública que ya se encuentra al borde de la quiebra. Para proporcionarles a ellos una escolarización gratuita, nosotros deberemos contentarnos con una Enseñanza Pública cada día más deficitaria. Para facilitarles la “integración” a través de ayudas económicas, los españoles deberemos retrasar nuestra jubilación, o renunciar a ella, y trabajar 65 horas semanales como propugna la Unión Europea. Los trabajadores autónomos españoles deberán seguir pagando religiosamente sus aportaciones a la Seguridad Social, so pena de embargos y otras sanciones, para que los extranjeros puedan establecerse cómodamente en nuestro país y ejercer sus actividades libres de tan onerosas cargas fiscales.La inmigración ilegal atenta directamente contra nuestra restringida calidad de vida y quienes están pagando el precio de esa falsa “solidaridad” con los inmigrantes son las clases más desfavorecidas de la sociedad española: asalariados, jóvenes, jubilados…
Esta falsa “solidaridad” preconizada desde la cúpula de los partidos políticos mayoritarios, y los medios de desinformación y propaganda afines al régimen mercantilista impuesto desde la Unión Europea, no afecta en absoluto a esos mismos sectores elitistas que la proponen: políticos con el futuro asegurado tras una legislatura; banqueros con jubilaciones millonarias; pseudoperiodistas que cacarean la equiparación de derechos de los recién llegados con la población española, pero en cuyas cadenas de televisión y radio no hay ni un solo inmigrante contratado como locutor o vocero. ¿Por qué no predican con el ejemplo?
Los recursos económicos de España son limitados y la deslocalización de empresas ha propiciado un sensible descenso de los puestos de trabajo disponibles que, cada día más escasos y peor retribuidos, son ocupados sistemáticamente por trabajadores extracomunitarios, dispuestos a realizarlos a cambio de unos salarios paupérrimos. Uno de los falaces argumentos que se ha empleado para justificar semejante desaguisado, es que así somos más “competitivos” dentro de este pútrido sistema de economía mercantilista globalizada. Nada más lejos de la verdad.La inmigración, a través de las partidas de divisas que esos trabajadores extranjeros remiten a sus países de origen, es una auténtica sangría para España. Ese dinero que sale de nuestro país no genera consumo interno, con lo cual, no se reactiva la economía. Los inmigrantes no generan consumo; su objetivo al venir aquí a trabajar es enviar dinero a sus países de origen. Eso sí, se aprovechan de todos nuestros beneficios sociales gratuitamente, desde el primer día y sin necesidad de participar en su sostenimiento.
Aunque la propaganda falaz y zafia del actual Gobierno mantenga lo contrario, el turismo barato sigue siendo nuestra principal fuente de ingresos. Seguimos prostituyéndonos con una oferta de “sol y playa” que no ha variado desde los años sesenta, la época del “Cuéntame” y otros bodrios televisivos de probada utilidad como eméticos.No obstante, a quienes denunciamos los peligros que nos amenazan en la tortuosa senda por la que nos lleva este sistema de economía mercantilista impuesto desde Bruselas, nos tildan de alarmistas y nos acusan de explotar el miedo de la ciudadanía.
Sería un ejercicio constructivo que el señor Zapatero despidiese a sus seiscientos asesores y él y sus ministras de pitiminí, se diesen una vuelta por cualquier oficina del INEM; así podrían constatar la “realidad” que padecen en silencio –como las almorranas- los desempleados españoles para que a los extranjeros no les falte de nada.
Cuando alguien necesita ser “asesorado” por tanta gente, lo único que hace es demostrar, más allá de cualquier duda razonable, su evidente incapacidad para ejercer el trabajo que se le ha encomendado.Ahora, para mayor befa de propios y extraños, este inepto, incapaz de solucionar los problemas en su casa, pretende arreglar los de Europa. Por favor, Mr. Bean, limítese a representar su papel de correveidile con la mayor discreción, y no nos haga sonrojar y sufrir más vergüenza ajena con sus patochadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario