Buena parte de las economías occidentales están patinando otra vez, frenándose, no carburan lo suficiente e, incluso, algunas han gripado ya. La mayoría de los problemas de la crisis de crédito no se han solucionado y han surgido otros incluso más graves como la crisis de liquidez y deuda soberana que cruza Europa y ya ha supuesto el rescate de países como Portugal, Irlanda o Grecia.. La recaída en recesión económica de estos países -si alguna vez crecieron tras la crisis de 2008- es una información a la que sólo le falta el sello oficial, debido a los severos planes de ajuste que están desplegando desde que decidieron pedir ayuda financiera a sus socios en la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional (FMI).
La madre naturaleza también ha aparecido en escena y amenaza con zanadillear a economías líderes que crecían a buen paso y estaban tirando del resto, como puede ser EEUU o Alemania, cuyas maquinarias de exportación han funcionado de forma saludable desde mediados de 2009 y todo el 2010. Pero vuelven a quedarse sin gasolina. ¿Por qué? Por factores más exógenos que endógenos. Es el caso de Australia, que esta semana ha caído en contracción por efecto de los desastres naturales (tifones e inundaciones) que han dañado seriamente al país en el primer trimestre.
También seguirá ese camino Japón por los mismo motivos y otro adicional. El terremoto y tsunami de marzo supondrán pérdidas de más de 100.000 millones de dólares, según las previsiones más prudentes. La reconstrucción del país estimulará el gasto público y la activación de las potentes bolsas de ahorro japonesas. Sin embargo, como consecuencia del desastre natural, Japón se ha encontrado con una crisis nuclear como la de Fukushima, que ha dado un golpe en el corazón energético nipón. La tradicional industria pesada del país dejó de producir, al igual que las grandes tecnológicas y automovilísticas. Y el turismo se esfumó en el archipiélago nipón por el temor a la radioactividad. Resultado, recesión.
La madre naturaleza también ha aparecido en escena y amenaza con zanadillear a economías líderes que crecían a buen paso y estaban tirando del resto, como puede ser EEUU o Alemania, cuyas maquinarias de exportación han funcionado de forma saludable desde mediados de 2009 y todo el 2010. Pero vuelven a quedarse sin gasolina. ¿Por qué? Por factores más exógenos que endógenos. Es el caso de Australia, que esta semana ha caído en contracción por efecto de los desastres naturales (tifones e inundaciones) que han dañado seriamente al país en el primer trimestre.
También seguirá ese camino Japón por los mismo motivos y otro adicional. El terremoto y tsunami de marzo supondrán pérdidas de más de 100.000 millones de dólares, según las previsiones más prudentes. La reconstrucción del país estimulará el gasto público y la activación de las potentes bolsas de ahorro japonesas. Sin embargo, como consecuencia del desastre natural, Japón se ha encontrado con una crisis nuclear como la de Fukushima, que ha dado un golpe en el corazón energético nipón. La tradicional industria pesada del país dejó de producir, al igual que las grandes tecnológicas y automovilísticas. Y el turismo se esfumó en el archipiélago nipón por el temor a la radioactividad. Resultado, recesión.
No es un fenómeno aislado y achacable sólo a la naturaleza, pero los síntomas de debilidad comienzan a repetirse en multitud de indicadores por todo el mundo, sobre todo, en EEUU y Europa. Los consumidores de los dos países más desarrollados de Asia y Oceanía, que suman de largo más de 160 millones de personas, también han dejado de consumir como lo hacían hasta sus respectivas crisis. El impacto sobre el resto de socios comerciales de todo el mundo se está notando, precisamente, en este segundo trimestre del año que está a punto de cerrarse.
En España, que apenas crece, índices como el PMI de gerentes de compras han marcado lecturas por debajo de los 50 puntos, que divide la contracción de la expansión de la actividad. Pese a que a la estadística de paro registrado comienza a mostrar mejor aspecto por el efecto del turismo vacacional, los cerca de 5 millones de desempleados, los ajustes fiscales y la falta de ejecución de las reformas laborales y del sistema financiero pueden sumergir de nuevo a la economía española en una recesión de la que consiguió salir hace prácticamente un año décima a décima.
Desde mediados de 2009 las principales economías occidentales luchan por salir a flote y repararse de la profunda crisis financiera que les ha dañado profundamente. Las inyecciones masivas de liquidez han conseguido restaurar la mayoría de las grietas del sistema financiero, pero han debilitado sobremanera las raíces de la economía real. En EEUU, la mayor economía del mundo, los últimos datos de empleo muestran que se está creando menos empleo de lo previsto y que el riesgo de una recaída en recesión no debe descartarse. Más bien al contrario. Los inversores, pese a las advertencias de Moody’s, se han refugiado esta semana en la deuda estadounidense provocando que la rentabilidad del bono baje del 3%.
Lo peor que tiene una recaída en recesión es que llueve sobre mojado y se reabren heridas que no estaban cerradas. Otro achaque cuando apenas se ha recuperado la economía de la primera enfermedad. Pero las amenazas sobre la estabilidad económica se están tornando mucho más serias todavía. Cómo señalaba esta semana S. McCoy recordando las tesis de Paul Krugman “Estados Unidos va, a su juicio, de cabeza a una Tercera Depresión, similar a las iniciadas en 1873 y 1929. “Ni la Depresión Duradera del siglo XIX ni la Gran Depresión del XX fueron épocas de un declive económico continuado. Al contrario: ambas incluyeron periodos de una cierta prosperidad”.
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