Javier Paredes. Providencial, realmente providencial, esta es la definición que más se ajusta al anuncio de la retirada del proyecto de ley de aborto del Partido Popular. Y no exagera ni una milésima el director de Infocatólica, Luis Fernando Pérez Bustamante, cuando titula uno de sus artículos recientes “La Providencia ha actuado con la ley abortista del PP”.
¿Y quiero decir con lo que he escrito anteriormente que Dios ha impedido que salga adelante la ley Gallaradón? Sin duda, esa es mi opinión, y por este motivo no hago otra cosa que darle gracias a Dios. Y a mi juicio la Divina Providencia ha actuado porque de haberse aprobado, hubiera consolidado el aborto libre, ya existente en España, sin posibilidad de vuelta atrás, debido a los apoyos que el proyecto de ley ha tenido por parte de las más conocidas asociaciones provida de España y lo que es más escandaloso: el haber gozado del beneplácito de nuestra jerarquía. Y hasta ahí podíamos llegar, que se aprobase una ley abortista con las cómplices bendiciones episcopales.
El proyecto de ley de aborto, del que ahora se anuncia su retirada, se presentó a los españoles envuelto en una enorme confusión. Se dijo de él que era un paso a favor de la vida porque el aborto dejaba de ser un derecho, las menores de 16 años ya tenían que pedir permiso a sus padres, y se aumentaban a dos los médicos que debían acreditar que se cumplían las causas de los supuestos. Pero en este mismo periódico el abogado y secretario general de Alternativa Española, Rafael López Diéguez, publicó una serie de artículos, cuyos enlaces copio al final de mi escrito- en los que desmontaba todos esos argumentos con los que se pretendía convencer a los católicos de que moralmente podían aceptar el proyecto de ley del PP. López Diéguez demostraba con argumentos jurídicos que la ley Gallardón era tan abortista como la ley Aído, y en algunos de sus artículos el proyecto de Gallardón era todavía más tolerante con el inicuo crimen del aborto que la ley Aído.
Y además de la confusión, el escándalo. Porque una ley abortista salía de un gobierno, en el que buena parte de sus componentes han dado muestras públicas de ser católicos. Y a esto se añadía que las asociaciones provida, que aunque se dicen aconfesionales cuelgan las convocatorias de sus manifestaciones en las parroquias, hicieron de palmeros del proyecto del PP. E incluso alguno de sus dirigentes en privado ha manifestado su participación en la elaboración del proyecto Gallardón. Por otra parte, recuerdo incluso que otro de sus líderes llegó a declarar que con el proyecto de Gallardón los abortos en España se iban a reducir a cinco mil. No dio más explicaciones de cómo se iba a producir eso, pero la prensa adicta al gobierno se apresuró a difundir dicha declaración, con lo que la vanidad de tal individuo debió quedar colmada, al precio de manipular a la opinión pública en un tema tan grave.
Así es que eran “los buenos oficiales” los que haciendo uso de un clericalismo decimonónico atrajeron a su estrategia a la jerarquía, que con toda la buena voluntad que se quiera pero con una irresponsabilidad gravísima dieron su apoyo a un proyecto de ley inicuo. Y no lo digo sin fundamento. Conozco varios eclesiásticos que se manifestaron a favor de la ley Gallardón sin haber leído el proyecto, fiados de la opinión favorable que les merecía un determinado dirigente de una asociación, que dice defender a la familia. Y como son hombres de buena voluntad, los mismos se llevaron las manos a la cabeza por lo que habían hecho, cuando leyeron el original del proyecto de ley de aborto del PP.
Pero el daño ya estaba hecho. Y se había elaborado con la estrategia del Padre de la Mentira, de manera que ahora al mal se le llamaba bien. Así es que no quedaba otro remedio sobre todo que rezar y, de paso, escribir donde la marginación y la exclusión de “los buenos oficiales” no me lo impidiera. Y conozco gente muy sencilla, desconocida y sin contactos con los influyentes, que han rezado para que Dios no permita el triunfo del Maligno en este punto decisivo. Y no me cabe duda que son estas buenas gentes, tan importantes ante Dios, las que han movido su Misericordia para que no prosperase una ley contraria a la moral natural y a la doctrina de la Iglesia con el beneplácito de su jerarquía.
Y llegados a este punto, cuando se anuncia la retirada del proyecto de Gallardón vuelven a intentar meternos en la confusión. Nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino, haciéndonos ver que el proyecto de Gallardón es la solución provida. Es más, algunas de estas asociaciones que dicen defender a la familia y a la vida, y en su historial lo que han demostrado hasta el momento es ser más pro-PP que pro-vida, quieren montar ahora un campaña para pedir que no se vote al PP si no vuelve a retomar el proyecto de Gallardón. Como si hubiera leyes abortistas malas –las que hace el PSOE- y leyes abortistas buenas –las que hace el PP y ellos jalean-. Sin duda que este tipo de dirigentes profamilia y próvida, han actuado y actúan bajo el imperativo ético de aquel personaje católico que montó un puticlub en las afueras del pueblo, y justificaba su empresa porque siendo católico el dueño, el puticlub podría cerrar los domingos y las fiestas de guardar.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá
Enlaces de los artículos de López Diéguez:
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