domingo, 27 de mayo de 2012

ESPAÑA, HISTORIA DE UNA TRAICION CONSENTIDA

El pasado viernes, en la final de fútbol la Copa del Rey, asistimos a la constatación de que hay dos regiones españolas en las que el sentimiento anti-español y separatista es mayoritario, al menos a la hora de hacerse notar. Es decir, puede que todavía haya más vascos y más catalanes que prefieran no separarse de España, pero los que sí lo quieren son mucho más activos y están más comprometidos con su causa.


Aunque en esas regiones siempre ha habido independentistas, lo cierto es que hace 30 años eran claramente minoritarios. Pero una vez que los partidos nacionales mayoritarios aceptaron entregar gran parte de la soberanía de la nación -competencia de educación incluída- a las autoridades autonómicas, se pusieron las bases para que las siguientes generaciones fueran formadas en un espíritu de desprecio, cuando no de odio, hacia la idea misma de España. Y todo esto se hizo con la anuencia, por no decir, complicidad, de la Corona.

Hoy recogemos lo que se sembró en la Transición y, sobre todo, en los diversos gobiernos del PSOE y del PP, que siempre han preferido llevarse bien con los enemigos de la unidad de España antes que llegar a un pacto de estado para fortalecer y garantizar esa unidad.

La situación ha llegado a tal extremo que ya cabe decir aquello de “entre todos la mataron y ella sola se murió". Ahora es muy difícil desandar el camino recorrido. Quien piense que la ley impedirá que los nacionalistas separatistas no se atrevan a declarar unilateralmente la independencia, están muy equivocados. En Cataluña, por ejemplo, la Generalidad lleva años cachondeándose de las distintas sentencias que la obligan a no discriminar a los ciudadanos que quieren que sus hijos reciban la educación en castellano. Y en el País Vasco, la posible victoria de Amaiur en las próximas elecciones, o una victoria del PNV que acabe con un gobierno PNV-Amaiur, puede ser el catalizador para que ETA logre el objetivo por el cual ha matado a un millar de españoles en las últimas décadas.


Se da también la circunstancia de que cada vez son más los españoles que están tan hartos de la situación, que no verían con malos ojos que Cataluña y el País Vasco se independizaran. Son muchos ya los que lo desean. Desde luego, son más que aquellos que estarían dispuestos a impedir dicha independencia por métodos “contundentes". Es decir, apenas nadie estaría dispuesto a que se aplicara el artículo de la Constitución que dice que el ejército es el garante de la unidad de la nación española.

La existencia de una nación es, por puro sentido común, algo anterior al régimen político que se desarrolla en la misma. Es decir, España es España antes de la actual Constitución, antes del franquismo, antes de la II República y antes, incluso, de los Reyes Católicos. Acabar con esa realidad es algo que no debería dejarse en manos de una generación. Y sin embargo, eso es precisamente lo que se está haciendo.

Como bien dijeron los obipos de la Conferencia Episcopal Española, la unidad de España es un bien a proteger. El problema es que en esa misma Conferencia Episcopal ha habido, y todavía quedan, obispos que llegaron a afirmar que Cataluña es una nación -¿entonces qué es España?- y otros abogan por el derecho a la autodeterminación de los pueblos catalán y vasco. Por no hablar de esa parte del clero que ha sido afín incluso al terrorismo etarra. En ese sentido, es evidente que en la traición a España figuran también personalidades importantes de la Iglesia de este país.

¿Tiene esto solución? Podría tenerlo si al frente del gobierno hubiera una opción política capaz de poner las cosas en su sitio. Pero como ya he dicho, tanto el PP como el PSOE, por activa y/ o por pasiva, están siendo instrumentos imprescindibles para que siglos y siglos de historia lleguen a su fin delante de nuestras propias narices. El régimen autonómico ha demostrado ya ser herramienta de destrucción de la unidad de España. Y salvo opciones políticas minoritarias, nadie plantea cambiar dicho sistema. Se supone que a día de hoy, la soberanía de la nación todavía recae en la totalidad del pueblo español. Es decir, un cambio de Constitución que pusiera fin al desmadre autonómico sería plenamente legítimo si fuera apoyado por la mayoría de los españoles, aunque en algunas regiones la votación fuera contraria.

Lasciate ogni speranza. Los socialistas andan más preocupados en atacar a la Iglesia que en mirar por la unidad de una nación en la que jamás han creído, siquiera sea por sus raíces católicas. Y los populares son la encarnación de la tibieza, de la cobardía y de la falta de valores. Por tanto, si eres español y católico y no quieres asistir a la desaparición de tu patria, más vale que empieces a rezar para que aparezca una opción política capaz de tener la suficiente fuerza electoral como para defender de verdad dicha unidad. Si tal cosa no ocurre, es cuestión de tiempo que España, como tal, deje de existir. Pasaremos de asistir a entierros con féretros cubiertos con la bandera de España a un entierro cuyo féretro contenga los restos mortales de la propia nación española.

Luis Fernando Pérez Bustamante

http://infocatolica.com/blog/coradcor.php/1205271127-espana-historia-de-una-traici

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