Hablo de memoria, pero creo recordar que, hace unas semanas, a un ministro de Sanidad chino lo fusilaron por corrupto; y otro japonés, tras ser pillado de marrón, se hizo el harakiri en plan grosero, ahorcándose antes de que la Policía le dijera estás servido. Ambos episodios se prestan a comentarios e interpretaciones según el punto de vista de cada cual. En lo que respecta al chino, hay quien verá el asunto con la indignación del que se opone a la pena de muerte, y hay quien opinará que, puestos a meter en algún sitio doce balas de AK-47, las asaduras de un ministro corrupto son lugar adecuado. Yo no voy a pisar ese jardín. Me limitaré a decir que, aunque me parece mal la pena de muerte en términos generales -en casos particulares y personales ya hilo más fino-, el fusilamiento de un ministro de Sanidad corrupto no me quita el sueño, ni en China ni en Leganés; que me disculpen los usuarios de mecheros Bic y el borreguito de Norit. Lo que me desvela, poniéndome una mala leche espantosa, es la impunidad que nuestra confortable y humanitaria España brinda a tanto sinvergüenza, sea ministro o sea gorrilla de aparcamiento junto a la Giralda -y que me perdonen los gorrillas por mezclarlos con esa turbia compañía-. Eso me lleva a hablarles del otro difunto. Del japonés. Porque imaginen el caso. Mikedo Kontodo, o como se llame el fulano, se entera de que lo suyo va a hacerse público, y de que el telediario contará con pelos y señales cómo se lo llevó crudo con terrenos recalificados en Osaka, se conchabó con los yakuzas, trincó comisiones fraudulentas hasta del dibujante de Heidi, y se gastó la viruta con geishas y lumis vestidas de colegialas con calcetines, que eso allí los pone a todos como Yamahas. Así que nuestro primo Mikedo, que tuvo un antepasado samurái en Okinawa, otro en Tsushima y otro con los Cuarenta y Siete Ronin, decide que el deshonor es demasiado para su cuerpo serrano. Así que, para rehabilitarse él y su familia ante la sociedad a la que defraudó, dice Banzai, se pone el kimono, se calza media botella de sake para que no le tiemble el pulso, y como rajarse las tripas le da repelús -hasta los japoneses se están amariconando ya- decide ahorcarse en el jardín, entre bonsáis, antes que verse en boca del vulgo, como la Lirio.
Y ahora tráiganse la cosa para España. E imaginen, si tienen huevos, a ese concejal de Urbanismo, a ese alcalde, a ese diputado, a ese ministro o ministra, enterándose de que va a saberse lo suyo con el constructor Fulano, las prevaricaciones, cohechos y corruptelas diversas, el lío con una guarra de Aquí hay tomate, los setecientos viajes en avión oficial para comprar ropa en Londres, o la grabación de sus conversaciones íntimas con Josu Ternera diciéndole: «Porque sin ser tu marío, ni tu novio, ni tu amante, soy el que más te ha querío. Con eso tengo bastante». Imagínense todo eso, como digo, y al pavo o la pava de turno apesadumbrado por el oprobio, dudando entre soga, veneno o puñal, como en los dramas de Tamayo y Baus. Qué dirán, cielo santo, mis compañeros de partido, y mis votantes, y mis hijos, y los hijos de mis hijos. Y mis ancestros. Tierra, trágame. Adiós, mundo cruel. Etcétera.
¿Verdad que no se lo imaginan ustedes ni hartos de morapio? Pues yo tampoco, y eso que vivo de echarle imaginación a las cosas. Si un político español se entera de que mañana airean su cuenta en Gibraltar, los ladrillos de su compadre o las bolsas con billetes de quinientos euros de su legítima, encoge los hombros, se fuma un puro y marca el teléfono de una sauna de ucranianas. Que venga Ivanka a relajarme, que estoy algo tenso. Entonces vas y le explicas lo del japonés: aquel caballero decidió salvar su honor con esto y lo otro. Samurái, ya sabe. Gente así. ¿No seguiría usted su ejemplo, más que nada para desinfectar el paisaje? Anímese, hombre. Apenas duele. Honor y demás parafernalia. Entonces el fulano, tapando el teléfono con la mano, pregunta de qué vas, Tomás, y te recomienda eches un vistazo a los últimos resultados electorales: pese a los procesos que tiene abiertos por corrupción urbanística, trata de blancas y conducir sin carnet, en su pueblo acaban de reelegirlo por mayoría absoluta. Esto es España, listillo, remata. Que eres un listillo. Aquí estamos en familia; todos somos presuntos de algo, así que no pasa nada. Cuervo no come cuervo. En el peor de los casos, un juicio, fotos y titulares de prensa, algo de talego, y después a disfrutar. Que son dos días. Entre nosotros, chaval: ese japonés era un poquito gilipollas.
sábado, 3 de diciembre de 2011
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