martes, 20 de septiembre de 2011

EL MAL MENOR, LAS SIRENAS Y EL PP

Conforme se acercan las elecciones, no dejo de maravillarme ante la proliferación de numerosos especímenes de seres fantásticos e imposibles que, aparentemente, sólo deberían existir en la imaginación, al estilo de quimeras, pegasos, sirenas o faunos. Me refiero, claro está, a los católicos que apelan a la doctrina moral del mal menor para justificar su intención de votar al PP.

¿Por qué sé que las sirenas no existen? Por una norma muy sencilla de sentido común: las señoras no nacen con cola de merluza. ¿Por qué sé que los católicos no pueden votar al PP como mal menor? Por tres argumentos muy sencillos de sentido común.


1) La limpieza de los colegios electorales

Cada vez que un católico me dice que vota al PP, a pesar de su postura frente al aborto, me acuerdo de lo limpio que estaba el colegio electoral la última vez que voté. Me explicaré. Si fuese verdad que un católico vota al PP como mal menor, siendo consciente de la gravedad de su postura ante el aborto, ese católico no lo haría rutinariamente, como el que acude a comprar el periódico. Ni siquiera votaría al PP “tapándose la nariz”, como a veces se dice. El supuesto votante del mal menor, al depositar su papeleta en la urna, literalmente vomitaría, entre arcadas incontenibles, porque no estamos hablando de un mal menor cualquiera, sino de la friolera de cien mil abortos al año.

Hagamos un pequeño esfuerzo de la imaginación. Imaginemos que, en lugar de niños no nacidos, estuviésemos hablando de niños de 1-3 años de edad. Desde el punto de vista moral, que es el que nos importa, no hay diferencia sustancial con lo que sucede en España: el asesinato de inocentes a millares. Sin embargo, en ese caso nos lo creeríamos de verdad. Si nuestras noches estuvieran pobladas por los gritos de los niños llevados al matadero, donde sabemos que les arrancarán brazos y piernas antes de hundirles el cráneo o les quemarán vivos antes de tirarlos a la basura, no iríamos como si tal cosa a votar a quienes consideran que eso es algo legítimo y normal. Si en vez de ser unos anónimos “cien mil fetos al año” fueran Pedro, Juan, Pilar, Alberto, Paula… no nos alegraríamos como tontos porque parece que va a ganar el partido Viva Herodes en lugar del partido Herodes for President. Si la sangre corriese como ríos por nuestras calles y los niños fueran ejecutados a plena luz del día, en lugar de en el ambiente estéril e higiénico de las “clínicas” abortistas y en el seno de sus madres, los católicos nunca votarían a quienes aprueban esa matanza, aunque discutan con el otro partido mayoritario sobre si hay que llamarla “derecho” o “despenalización”. Y, si por las razones que fuera, creyesen en conciencia que debían votar al PP como un mal menor para quizás evitar algún aborto, lo harían con un esfuerzo sobrehumano y vomitando al depositar su voto.

Así pues, la limpieza habitual de los colegios electorales a pesar de los millones y millones de votos católicos que recibe el PP, me hace sospechar que lo que se dice es falso. Los católicos no votan al PP por la doctrina del mal menor, sino porque su conciencia moral está adormecida por la propaganda constante de nuestra sociedad, por la costumbre de creer que sólo existe lo que vemos en la tele, por nuestro aburguesamiento y la consideración del estado de bienestar como bien superior y por la cobardía moral que desgraciadamente domina a tantos eclesiásticos y laicos que deberían ser un ejemplo para todos.

¿Después de votar al PP te vas a tomar unas cañas en lugar de vomitar sobre el presidente de la mesa electoral o llorar amargamente en tu habitación lo que has tenido que hacer? Pues no me hables de mal menor. Obras son amores y no buenas razones.

2) Al contrario de lo que pudiera parecer, los políticos del PP no son tontos

Sé que es tentador pensar que los políticos son tontos. A fin de cuentas, sus acciones a menudo parecen sugerirlo, pero no creo que sea cierto como regla general. Generalizando y con algunas honrosas excepciones, yo diría que es posible que sean sinvergüenzas, inmorales, pelotilleros, mercenarios y traidores, pero resulta poco probable que sean tontos. Quizá no sean tampoco grandes lumbreras, pero seguro que son astutos. De lo contrario, no habrían prosperado en la lucha a muerte para escalar puestos en sus partidos y para convencer a la gente, como buenos vendedores, de que les vote.

Así pues, partiendo del hecho de que los políticos tienen una astucia muy desarrollada, podemos sacar conclusiones fundadas y sin ingenuidad sobre lo que harán y lo que no harán. ¿Qué hará un político del PP con respecto al voto católico? Muy fácil. Si sabe que recibe los votos de los católicos a pesar de transgredir una y otra vez los principios que dichos católicos consideran más importantes, la conclusión que sacará es, siempre, la misma: “debo contentar a otros grupos sociales, porque estos me siguen votando aunque les meta el dedo en el ojo”.

Desengañémonos de una vez. A los políticos les importan un bledo las manifestaciones, los comunicados, las asociaciones, las encuestas y todo lo demás. Sólo les importa una cosa: los votos. Por lo tanto, cualquier supuesto remedio al aborto que suponga seguir votando a partidos favorables al mismo está condenado al fracaso más absoluto. Parece mentira que haya que explicar algo tan evidente.

En cualquier caso, si les parece que mi argumentación no es correcta, basta que echen un vistazo a lo sucedido en España en los últimos veinticinco años… porque, curiosamente, es exactamente lo que he sugerido en los dos párrafos anteriores.

3) El mal menor sólo es menor hasta que se convierte en mayor

El mal menor normalmente sólo puede alegarse en casos de urgencia, cuando hay que decidirse inmediatamente y no hay disponible otras opciones al alcance de la mano. La idea está en soportar ese mal menor hasta que uno pueda hacer algo para luchar por el bien, que es lo propio del cristiano. Por su propia naturaleza, es algo provisional, que debe ser sustituido por el bien posible. En cambio, si la opción por soportar el mal menor se vuelve una costumbre, casi inevitablemente termina por transformarse en colaboración con ese mal.

Es una tendencia muy humana, pero también muy peligrosa moralmente: nos acostumbramos a los males habituales hasta el punto de que ya no nos parecen tan malos. Son “lo normal”, lo de siempre. Nos parece que sería mejor que no existieran esos males, pero tampoco es como para alterarse mucho por ellos, que eso es cosa de radicales y extremistas.

¿Qué consecuencias ha traído, en lo referente al aborto, el mal uso del principio del mal menor? Al votar no una vez, sino año tras año y votación tras votación a un partido abortista, lo que inevitablemente hemos conseguido es que el aborto sea algo socialmente aceptado. Hemos contribuido a que a la gente le parezca algo normal, pensando que es simplemente cuestión de opiniones, como subir o bajar un poco el salario mínimo o pintar las farolas de verde o de azul. Es decir, hemos contribuido al mal mayor, porque el mal mayor, en este caso, no es simplemente que mueran los niños, sino que los maten y que lo hagan con las bendiciones del Estado y de la sociedad.

De este modo, aunque sea inconscientemente, los católicos hemos actuado como agentes del Maligno, contribuyendo a que nuestros conciudadanos adormezcan su conciencia en lo relativo al que probablemente es el mayor mal moral de nuestra época. Con nuestras acciones y nuestros votos a partidos abortistas hemos sido cómplices de la deformación de millones de conciencias que han quedado ciegas, quizá de forma irremediable, al mal del aborto.

Además, al actuar así, ponemos las bases para que sea imposible salir nunca de esta situación. “Los otros partidos no tienen ninguna posibilidad”, profetizamos, y, como continuamos votando a uno de los dos partidos abortistas mayoritarios y apoyando a ese partido públicamente, hacemos que se cumpla nuestra profecía. Es decir, nos aseguramos de hacerles el juego a los dos grandes partidos y de cerrar cualquier posible rendija por la que podamos salir de esta situación. Es horrible, pero cierto: el voto católico, por el camino del “mal menor” se ha convertido en un sólido defensor del repugnante mal mayor.

Si un día ves una sirena, ciertamente es posible que hayas descubierto una nueva especie… pero es bastante más probable que lleves encima una copa de más. Si eres católico y sigues votando al PP como mal menor, quizá sea posible que estés actuando moralmente bien… pero a lo mejor deberías plantearte la posibilidad de que, inconscientemente, hayas terminado por pensar con los criterios del mundo, como hacen los paganos.

http://infocatolica.com/blog/espadadedoblefilo.php/1109190837-el-mal-menor-las-sirenas-y-el

1 comentario:

  1. este tipo de ideologias si que me parecen a mi repugnantes...

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